Este mes de Junio nos trajo unas cuantas noches de tormenta. De electricidad en un aire caliente. También trajo su lote de noches de dormir poco. Aunque no siempre coinciden -y por bien o por mal - las cosas pueden ir de la mano.
uno de los diez discos imprescindibles.
En Francia, donde los pasos a nivel, suele haber un cartel que advierte "un train peut en cacher un autre". Y te das cuenta de las perlas de filosofía universal escondidas en lo más cotidiano y los más mundano. En fin... Al vivir al pie de Pirineo, las noches de tormentas fueron de aquellas "típicas" de la zona: eléctricas y secas ; mucha carga en el aire sin prácticamente una sola gota de lluvia. Detrás de la cortina de nubes que cubría el valle desde el atardecer, veíamos como los relámpagos encendían el cielo sin descanso. Espectáculo precioso, aunque - paradojicamente - poco natural, por la sensación que transmite de tensión. Desde el jardín, desciframos las siluetas de los árboles, de las casas, de las montañas alrededor, en un inquietante juego de sombras chinas. Lo sorprendente era que estas tormentas de ambiente tan (in)tenson nos dieron cada vez una paz que no encontrábamos en ningún otro momento. Mientras disfrutábamos del aire caliente y de nuestras respiraciones interrupidas por las explosiones de truenos, la cámara intentaba en vano buscarse un punto de fuga. Imposible. Con el contraste de las farolas, el cielo cambiaba del plata frío a un azul profundo y denso. Al mirarlo en la pantalla por primera vez, pensamos enseguida en el violonchelo de Ernst Reijseger: con el murmullo y los colores de esta pieza (Colla Parte, que abre el disco Colla Parte, publicado por Winter & Winter), las imágenes cambiaron de significado, expresaron para nosotros: instantaneamente, mejor que cualquier palabra y en nuestro lugar, las emociones entrelazadas y a veces, muy contradictorias, que tardaríamos meses o más, a expresar en voz alta. Luego, vino a casa la gran y querida Sandra, acompañada por el Maestro Gustavo "el negro" Battaglia. Vinieron a visitar y a dar un par de conciertos por aquí.
Su visita nos dió otras noches de junio: también llenas de luz, de calor y de emociones. También muy intensas y con banda sonora mágica (aunque esta vez, en vivo y en directo). Noches de reír y llorar, de sonreír y abrazar. Noches con seres queridos, con versos y buen vino. Y Sandra nos regaló estos versos de Roberto Juarróz, que nos resonaron y nos siguen acompañando años después. Ahí van, con nuestros abrazos y nuestras sonrisas:
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