Tuesday, October 19, 2010

avant la lettre - versión original con voz en off (4/4)

de madrugada.

Vuelven a llamar de la compañía de seguro y nos confirman tu repatriación: la avioneta sanitaria saldrá de Las Palmas con rumbo al aeropuerto de Nuadibú en cuanto tengan listo piloto, copiloto y bombero acompañante. Nos llamarán enseguida para confirmar tu destino y tu identidad, con fin de avisar el aeropuerto y preparar la documentación.
la playa delante del mercado central de pescado en Nuakchott, Mauritania.
Dentro de un par de horas como mucho el avión despegará, teniendo unas dos horas y medio de trayecto. Tu evacuación podría hacerse sobre las siete u ocho de la mañana. Doy las gracias, cuelgo y te lo cuento todo. Entonces, suspiras y dices con voz de resignación que ahora te toca esperar. Nos pides que te ayudemos a mover las almohadas para que puedas descansar un poco entre todo el estrés de la noche y todo lo que te queda por delante. Luego, el doctor se despide. Te dice que se llama Dr. Muhammed Ali. Te abraza, deseándote suerte y una pronta recuperación. No puedo evitar pensar en algún homónimo suyo que no te hubiese tratado con tanta delicadeza y la idea me hace sonreír. Me despido del doctor Ali y le acompaño hasta su coche, delante del hotel. Justo antes de que salga de tu habitación, me pides que vuelva antes de irme a dormir para hacerte la maleta. Con una mano, no puedes y además, te sientes muy cansado. La noche está tibia y vibra del zumbido de los insectos que vuelan, ciegos, en los focos del enorme cartel turquesa y lila. En las tres horas siguientes, me quedo en mi habitación y consigo dormir un poco.

A las siete, me llaman: primero de la Embajada y luego, del Ministerio: ambos para explicarme que me voy a quedar y terminar el curso. Cuando contesto que eres tú el experto y que solo soy tu intérprete, me opinan que escuché el curso entero una vez, además de haber traducido todos los soportes, así que lo debo poder impartir sin demasiado problema. Que igualmente, no está previsto que me suba contigo en la avioneta sanitaria, que no han tramitado ningún tipo de permiso para mi y que los alumnos del curso no tardarán mucho en llegar. Que al fin y al cabo, es importante para la cooperación entre ambos países y para las relaciones diplomáticas en general. Que es preferible cumplir con los objetivos y con la palabra. Escucho con un oído cansado, hasta que acaben. Te vienen a buscar los de la Guardia Civil y te llevan al aeropuerto. Apenas nos despedimos. Pareces un poco incómodo cuando te enteras de que yo me quedo atrás para terminar tu curso. Me deseas suerte, no te contesto y se te llevan.


los pescadores llegan tras un día o dos fuera en sus barcas, en el Atlántico.
Ahora estoy tomando mi desayuno sentado en la barra del salón del hotel. Estoy solo. Me siento cansado. Mi espalda está tiesa, dolida y mi cuerpo todo arrugado en la ropa de ayer. Entonces, pienso en todo lo que uno tiene que escuchar, a veces. Ahora, ya no escucho nada. Solo silencio. El hotel está vacío. No escucho nada alrededor. Cierro los ojos, escucho más y más. Intento captar algún sonido. Exploro el silencio, buscando voces. Nada. Ni el televisor de la recepción. Me están regalando silencio: una tregua. Una pausa que pienso disfrutar. Me quedo un rato con los ojos cerrados para adentrarme en este silencio y recuerdo entonces un supuesto dicho de los indios norteamericanos: “No es casualidad, dicen, si tenemos dos oídos y solo una boca”.

Al cabo de nada, parece que unos pocos minutos, tal vez un segundo, van entrando los alumnos del curso. Solo se les tengo que explicar a los dos primeros. Enseguida, reciben a sus colegas y les comentan todo directamente. Así, me puedo quedar en un rincón mientras hablan y lo comentan todo. Hablan mucho: sobre todo, se preocupan mucho por ti. Me vienen uno por uno a decir cuánto lo sienten y me piden que te mande saludos y deseos de su parte a todos.
la playa al llegar el pescado fresco, Nuakchott, Mauritania.
Están conmovidos. Insh Allah, no tardarán en atenderte bien. Insh Allah, te recuperarás pronto. Insh Allah, en breve no quedará más que un recuerdo lejano y borroso, como una pesadilla. En cambio, yo no siento nada. Solo cansancio y el alivio de saberte lejos. ¿Tendrá algo que ver con el zumbido constante de tu voz en off que ya se apagó? Se están instalando para empezar con el curso. Me preparo también para empezar a hablar. Llevo mucho sin hablar. Escuchando a otros que hablan. Procuro centrarme en el tema. Repasar mentalmente estos conceptos sobre las técnicas de auditoría en seguridad alimentaria de los productos de exportación de la pesca y la piscicultura. Intento ordenar en mi cabeza cansada tus anécdotas divertidas, tus casos prácticos, tus viejos trucos de viejo experto. Pero me está costando: no paran de volver a mis oídos las frases que escuché en tu boca en estas últimas diez o doce horas. Y en estos días en general. El zumbido de la queja egocéntrica, del prejuicio aplastante. El zumbido del racismo condescendiente, del paternalismo neo-colonial, del machismo degradante. Pienso en muchas cosas que dijiste, en muchas cosas que escuché. Que tuve que escuchar. Que hubiera podido ahorrarme. Que hubieras podido quedarte para ti. Y entre todas estas cosas que salieron de tu boca, me doy cuenta con asombro que nunca te escuché dándole las gracias a nadie. En ningún momento. Ni una sola vez. No te escuché diciendo gracias una sola vez.

Y me pregunto: ¿cómo sonara esta palabra en tu boca? ¿con tu voz?
¿Qué sensación dará escucharla y traducirla, o recibirla y quedármela?

el mercado de pescado, un día cualquiera: la mercancía pasa directamente del agua fría a los barcos a las paradas - Nuakchott, Mauritania.


- Epilogo (Un(t)raveling, mayo 2016) -

Los hechos contados aquí son tristemente auténticos y reales. Aunque reflejan mi percepción y mi perspectiva, procuré no exagerar, ni añadí nada que no fuera verdad. Empecé a escribir "versión original con voz en off" en un cuaderno en Canarias, durante las dos semanas de vacaciones que me tomé después de terminar con el curso. No fui a verle ("a verte" diría) en el hospital de Las Palmas, ni he vuelto a saber nada de él ("de ti") desde entonces. Cuando la empresa que nos mandó allí me contactó y empezó a reclamar que volviera de una vez y acudiera a sus oficinas de Barcelona, no me imaginé lo que me esperaba. Imaginé unas flores, una sonrisa, la palabra mágica...
Evidentemente, él estaba ("estabas") de baja médica, con lo que me exigieron que redactase el borrador del informe sobre el curso y el proyecto, para que se lo pudieran entregar al entonces MARM (ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, hoy en día MAGRAMA). Con un cabestrillo en el hombro, el experto no podía ("no podías") usar un ordenador! Casi tres meses después de los hechos, todavía no me habían ingresado un solo euro por la misión. Al día de hoy, casi seis años después, me queda una factura de Movistar de 535 euros en llamadas internacionales desde Mauritania (y hacia números especiales) que "no pudieron" reembolsarme: teníamos un teléfono de empresa - de prepago - que no pudimos recargar desde allí, con lo que usé el mío propio; de mi propia iniciativa y sin pedirles la opinión antes, como bien argumentaron después. Mi relación con la empresa terminó entonces, cuando me despedí con palabras (un poco) definitivas. Ellos se quedaron tan anchos en el papel de las víctimas ofendidas y con que era un impresentable obsesionado por cobrar, además de un histérico maleducado...
"Lo que no mata engorda", dicen. Digo yo que haberme cruzado con la mirada esa, tan vivida, del Dr. Muhammed Ali lo valía. ¡Gracias a usted doctor, por acompañarme desde entonces y gracias a ustedes, por seguirme hasta aquí!

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