Thursday, October 16, 2014

Chaton vert

El chaton vert tal y cual.
Había una vez un gato por cuatro que vivía entre coche y coche en la plaza del castillo en lo alto del pueblo. Pasaba sus noches a los pies de una piedra tallada de la muralla o en el techo de un suzuki descapotable contando cuentos a quien quisiera escuchar. Solía decir a menudo: – los extranjeros tienen muchos defectos, pero una gran virtud y es que no se quedan! Lo que está claro es que con nosotros se equivocó: le dimos la lata un par de noches al pie de un anfiteatro de piedra, con buenas vistas a la luna llena de octubre. Eso si, nos hicimos pequeñitos para no llamar la atención de nadie más que él...

Pero de día, entre el rico yogur con cereales de la mañana y la rica sopa de verduras de la noche, nos escapamos al muy cercano Val de Sourn para susurrar al oído de las paredes. Ejem... Este trozo de verde en el paso más estrecho del recorrido del río Argens es un lindo rincón para escalar. Desde apenas el espacio justo para arrinconarse al borde de la carretera sombría, el escalador necesitará el tiempo de un suspiro para llegar al pie de las vías. Estas resultan largas, contínuas, entretenidas, bellas y pobladas de paisajes de otros planetas gracias a las formas que se dejó hacer esta caliza blanda y amarillenta del Château. Los numerosos parquins (muy limpios) aprovechan cualquier curva del río o pequeño circo de la pared y permiten alojar las multitudes de aficionados que llegan al Val por autobuses enteros. Si si, ya verán! La pernoctación queda estricta- y clara-mente prohibida - como la acampada, el bibac o la celebración de asados salvajes. Pero aún así, algunas mesas de picnic en una playa de césped tierno invitan a la masticación y la deglución contemplativas. Y si sus tripas lo requieren podrá el escalador, apenas caminando unos metros, liberarse del peso de la existencia en unos lujosos y modernos váteres secos que la consejería regional ha puesto a disposición de los visitantes. Allí bajo sus pies - y mediante un ingenioso dispositivo patentado - unas lombrices de California esperan sus donaciones para compostarlas sin prisa, pero sin pausa.
"Desde la carreterra hasta el pie de vía ¡menos de un minuto, tronco!"
Para nuestra primera mañana por allí, sin guía y sin mucha idea, contábamos con alguna cordada para recomendarnos unas vías, o mejor incluso, dejarnos ojear su guía. Pero no encontramos una cordada sino unas quince o veinte esparcidas por la pared. Como hormigas en su rusco (no pierdan tiempo con detalles, los autores de este blog son veterinarios y sus conocimientos antomológicos son de fiar…), jóvenes de constitución sana y de pelo muy corto subían y bajaban todo el rato de un gran autobús azul oscuro con el siglo del Armée de Terre, subían y bajaban todo el rato por los 50 metros de camino empinado, subían y bajaban de todas las vías de alrededor en un zumbido aturdidor. Buscamos al que parecía ser su reina: un señor de edad respetable con pelo plateado y gafitas progresivas colgadas del cuello, a quien todos decían "Si Major!", "No Major!" o "Las 10 y cuarto Major!". Le saludamos y le preguntamos un par de cosas, hasta que no solo no prestó unas fotocopias de la reseña sino que al cabo de un rato, cuando un chaval se lo devolvió, nos pasó el documento original.
Un V anónimo pero que no dejaba de subir y subir y Le fil d'Ariane.
Así pues pudimos probar en compañia de la tropa unos V+ cortitos y de canto, pero ya con desplome. Luego encadenamos un par de 6a de 28 y 32 metros: Banlieue rouge et Bagarèdes, muy agradables por tener pasos con desplome pero siempre buenos cantos y movimientos muy naturales… Para confirmar todo lo que ya pensábamos de los grupos y cursos multitudinarias, saturando la roca con cordadas de gaviotas verticales (fuesen del UCPA o del propio ejército), un chaval fuertote se dio la molestia de arrancar y tirar un pedrote del tamaño de un bebé rechoncho, que vino a estallar justo entre dos de sus camaradas a quienes el Major estaba haciendo una interrogación sorpresa. Cambiamos de sector y luego este mismo día, tras una merecida pausa para comer y hacer siesta, conocimos a un par de suizos muy simpáticos que nos recomendaron Arielle, 6a+ de 37 metros recientemente regraduada a 6b. Preciosa, variada, bien protegida pero sin exceso, con pasos técnicos, laterales de coco y desplomes con pasos de bloque; todo eso sin mucho espacio para descansar entremedio: una vía de primera y hasta la fecha uno de los encadenamientos a vista que más feliz pusieron a Futuna!
En lo alto de la arista este, ole pues! y la línea de Arielle.
Al día siguiente, nos dio por probar otra zona aún más cerca de la carretera. Prácticamente se podía asegurar sentado en la cama! Después de un par de 6a y un V+ de dos largos encadenado de un tirón por Wallis, seguimos la línea elegante y aérea del Fil d'Ariane 6a+ antes de sufrir en Verglas d'été, un 6c+ plaquero infernal. Cayeron luego Indiana Jones , 6b+ a vista y Paf le chien 6b+, cuyo resalte final se resistió. Un par de intentos poco dignos en El dülfer del enano de los acantilados, 6a (???) nos confirmaron que el grado es algo muy relativo y que lo importante es el gesto. Bueno, y el disfrute. Bueno, y participar, por supuesto.

A la noche, después de unas duchas prohibidas en un rincón de los parquíns de la zona (y con jabón ecológico, no vayan a pensar que dejamos rastro…), volvíamos al encuentro de nuestro gato (que cada noche se sorprendía de vernos volver, nosotros extranjeros!) para escucharle los cuentos.
Cuenta la leyenda que las cigüeñas se solían quedar en la Provence hasta finales de otoño.
Por todas partes se escuchaba una algarabía de picareos: vacaciones en África!! y en lo alto de los campanarios, estas aves de modales exquisitos terminaban de preparar todo, dejando el nido tan recogido que los pobres campanarios se quedaban desnudos a la merced del invierno. 
Así fue como algunas campanas decidieron hacer también las maletas y se fueron al sur.
Sin poder contar las horas, los días de invierno se hicieron largos para las gentes del pueblo. 
A la primavera siguiente, volvieron las cigüeñas pero las campanas no. Así, las gentes del pueblo tuvieron que fundir unas nuevas y decidieron enjaularlas.
Desde entonces, las campanas de la Provence dejan de dar las horas en invierno como protesta por su arresto domiciliario.

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