Friday, September 26, 2014

"Oyez! Oyez!"


Encarrilados en el eje que cruza la frontera italo-francesa, visitamos de corrido uno de los monumentos de la zona: el de los carteles "no TAV" esparcidos a lo largo del valle de Susa. En efecto, sus habitantes llevan casi treinta años de lucha para impedir que el progreso de alta velocidad que va de Lyon a Turin agujeree sus montañas. Hicimos un amén silencioso y luego vinieron una larga serie de túneles que nos llevaron casi sin pestañear hasta B. Entramos hambrientos en un supermercado* y salimos con un kit completo de aperitivo-comida-siesta all inclusive: unos pistachos, un (buen) tinto del pais, un (buen) chuletón de ternera y una (rica) tableta de chocolate con trocitos de piel de lima. Aparcamos cerca del club de petanca local para hacerle los honores al banquete.
Luego estuvimos trabajando en el ordenador totalmente ajenos a la lluvia que había conseguido abrirse camino también hasta B. y sus fotogénicas fortalezas de Vauban. Salimos a dar un paseo aperitivo entre auténticas fachadas medievales, lo que nos dió la ocasión de (re?) descubrir uno de estos oficios de antaño que la crisis ambiente y unas mentes con empeño han sabido resucitar, maquillados - como coches robados - con una generosa capa de alter-ecolo-chic: el del crieur public. Le llaman pregonero en castellano, aunque no rima con chic. Estos franceses... El encuentro fortuito con un conocido guía de alpinismo que andaba con mucha prisa y muy pocas ganas de charlar nos permitió pescar un par o tres de sugerencias de recomendables escaladas por la zona. Así pues, con la lección aprendida en el Trentino con la italiana Amelie, establecimos un objetivo para el día siguiente y ya de noche, nos acercamos al pequeño parquin' del P., a pie de la famosa y clásica vía Martine. A la mañana siguiente, nos sacaron de la cama dos coches de gendarmerie. Al salir, presurosos, intentando domar las melenas (que llevaban una semana sin pasar por una ducha) y poner caras de turistas simpáticos, nos encontramos con una docena de fortachones uniformados dispuestos a pasar su gran día de…

... escalada, bajo la lluvia!

Tras intercambiar unos amables buenos días y unos comentarios tipo "¿qué lluvia ni qué lluvia!?" o "pero, si es un día perfecto para escalar!" y "aquí la lluvia no cae en la pared, no hay problema!", desaparecieron por un caminito. Osti, ¡Parecían vascos!
En las puertas de la divina Provenza...
...como en un libro abierto.
Hay que decir que los más entusiastas eran los veteranos que veían una oportunidad única de montar prácticas de rescate en situación real, poniendo en apuros a sus novatos de turno… Llovía y seguiría lloviendo, estábamos cansados, olíamos a chivo y ahora además sabíamos que la vía que queríamos hacer estaría ocupada (por unas cordadas de aquellas que consideran el desprendimiento de piedras una de las facetas más divertidas de la escalada de vía larga). Nos sobraban los motivos! Aún así deliberamos un buen rato: a veces nos entregamos al difícil arte de tomar decisiones en estados de cansancio y sueño*.

Retomamos la carretera y no nos detuvimos hasta las puertas de la Provence: el primer lugar donde vimos, desde la misma carretera, un grupo de escaladores al sol en una gran roca al pie del río Durance. Este impresionante pliegue de roca, estrecho paso a la entrada de S., está constituido por lajas de piedra caliza que se alternan con materiales más blandos que han desparecido dando como resultado una especie de libro giganti-lítico.
En el espacio estrecho entre dos páginas, se puede escalar con vistas al río, al pueblo y su citadelle en los aires: en una placa tumbada (lisa y fina) por un lado, en un desplome (continuo y preocupante) por el otro. De hecho, las vías más difíciles de este sector las abrió el mismo Patrick Edlinger, figura patria de la escalada y paisano de la Provence. Cuentan que desde la placa tumbada las gentes miraban el desplome pensando "eso no se escalará nunca", hasta que llegó él con sus shorts rosas, su melena rubia y su taladro… La roca estaba caliente y los pies subían retorciéndose felices por las abominables grietas. Escalamos, escalamos y escalamos desde el fin de los sueños de Marta pasando por un gigante amarillo y unos tres cuartos (de qué?) hasta las finuras más refinadas de Lovy Excalibur (un 7a plaquero en el que Futuna, de subidón por cumplir años, se quedó colgado a la mitad y tuvo que recuperar material desde un objetivo más humilde...). El tipo de la roca y de sus agarres impone una escalada fina con pinzas, movimientos y equilibrios poco comunes en caliza; especialmente en la parte baja de las vías, donde la naturaleza sedimentaria y la textura granulosa de la placa requieren pies y cabeza para ir a chapar, un poco al estilo de nuestra escuela Montserratense… ¡Visca Catal… Ups, perdón!

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Campos de lavanda, viñas, olivos: nos llenamos de Mediterráneo por todos los orificios. Sólo nos faltaba una buena ducha caliente para cumplir dignamente nuestras 3,88888 mayorías de edad (dos redondas para Futuna!), pero por suerte una jubilada local nos abrió las puertas de su lujoso gîte rural abandonado en estas afueras de temporada. Allí nos pudimos entregar a los placeres de la higiene corporal, de los sobrecitos de lavanda y demás cigales de barro esmaltado esparcidos por el hogar, o del desayuno al sol con croissants frescos, mermelada de cereza casera y miel de baobab de Madagascar, seguramente casero, aunque de alguna otra casa. Con una mención especial para las cortinas de conjunto clavado con el papel de pared, que nada más correrlas, se puede jugar a "¿Dónde está la ventana? ¿Eh? ¿Eh?". Jugamos un buen rato! Ja ja ja...
En las puertas de la divina Provenza: las vistas por la ventana del gîte, S. al pie de su citadelle y el sector de escalada.
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Pero el verdadero santuario de la escalada nos esperaba a unos cuantos kilómetros de allí, en las impresionantes Gorges du Verdon. De poco más de diez casas en el corazón de la garganta, la P. s. V. se convierte en un nido negro de escaladores durante la temporada alta. A finales de Septiembre ya no esperábamos encontrar a tanta gente, pero por si acaso nos plantamos pronto en el pie de vía (que allí era pie de rápel porque el acceso a las vías se hace desde el borde de la "carretera de las crestas" descendiendo por la pared.
Ahora, ¿dónde está Wally? (que no Wallis, eh!)
Una vez en el fondo de la garganta, no queda más opción que escalar si o si hasta arriba para volver al coche: una gran escuela de motivación!). Un(t)raveling, o el arte de ir al Verdon fuera de temporada PERO durante el ÚNICO fin de semana en el que se celebra un festival de escalada*. En el Mont d'Aire, nuestro gozo madruguil cayó en un pozo lleno de coches y un grupo de la UCPA** que se apresuraba a tirar cuerdas abajo para descender hasta la terracita de inicio de las vías.

En Gringo Loco, dos cordadas. En el petit chat, dos cordadas. Y en Dolce Vita (la más difícil de las tres), pues una cordada.

– Una cordada no va a ser más peligrosa que dos, haremos Dolce Vita! Yuhuu!

Día de UCPA en Mont d'aire; en el primer largo de Gringo loco; en el tercero de Dolce vita.
Muy bien. Wallis abre el primer largo, un V+ que sigue primero una fisura-diedro para salir luego a una placa tumbada. En la primera reunión se encuentra con el segundo individuo de la primera cordada que emprende la subida del segundo largo asegurado desde arriba por el primero. Está algo nervioso. En un paso lateral empieza a patalear, a rascar la pared como un gato en pánico y en medio de una pirueta, sale disparada una cinta exprés que aterriza a los pies de Futuna.

– F = mg = 2.000 N, eso es mucho? 
– Bueno, es como si una cinta exprés te cayera en la cabeza desde una altura de treinta metros. 

Al cabo de un rato, en Gringo Loco se escucha un grito; un walkie-talkie volador se desintegra a unos metros de Futuna y con un rebote artístico, se separa en muchas piezas que se esparcen por el valle, el río, los arbustos.

Visto en el diario local: "buitre hambriento busca escalador-volador
para chuparle los huesos"...
Futuna abre ya el segundo largo cuando el mismo chico, que se arrastra colgado de la cuerda por el tercero, consigue arrancar de la pared una roca del tamaño de una sandía que en su caída al vacío se va partiendo en trozos de los cuales uno aterriza en el tobillo izquierdo de Futuna mientras que el resto sigue garganta abajo. Del susto, se apartan hasta los buitres que sobrevuelan desde hace horas bien cerca de las paredes a ver si cae alguien y se pueden montar un banquete a lo grande. En el Verdon hay una de las mejores calizas de Francia (sic), palabra de escalador. Pero a veces Todo no es suficiente. Puede pasar que te caigan walki-talkies del cielo o quien sabe qué más. Y si caes tú, te esperan los buitres. En la montaña, toda precaución es poca y meterse en una vía detrás de otra cordada es poca precaución, directamente*.

Por lo demás, la vía Dolce Vita (90m en tres largos: V+, 6a+, 6a+) es una maravilla, menos el inicio del segundo largo (6a+) que empieza con un par de pasos laterales feos y mal protegidos por debajo de una laja invertida. Luego, se remonta una placa agradable y expuesta, que tan solo es un prólogo para el hermoso tercer largo: 35 metros sostenidos y contínuos, a dedos abajo y a brazos arriba! Tras encadenarlo, se llega al sol y al parquin' con gran satisfacción! Luego probamos su hermana menor y vecina, la vía Gringo Loco (90m - 6a) que sale del mismo sitio para llegar al mismo lugar, en tres largos homogéneos y un poco más fáciles (V, 6a, 6a) aunque más patinados por las numerosas repeticiones de las cordadas del UCPA** a las que por suerte, por haber terminado su cursillo, ya no nos encontramos este día.
Inicio de los rapels de las Dalles Grises; Wallis en los segundo y cuarto largos de Afin que nul ne meure...
Nos esperaban dos semanas de chantier de auto-construcción de una casa de madera a un par de horas de allí, así que de las mil vías que nos llamaban por todas las Gorges, pudimos elegir tan solo una más. Compaginando las ganas de sufrir un poco con la fama de difícil y expuesta de la escalada local, nos decidimos por Afin que nul ne meure (170m, 6a+), línea muy accesible entre las áusteras paredes del belvedere de la Carelle y su caliza compacta de ensueño. Llegamos al inicio de los rapels de las Placas Grises con un viento helado, y decidimos esperar un rato a ver si con la salida del sol... Empezamos a bajar empujados por dos cordadas de viejos locales, de muy mal humor al descubrir que no habían llegado primeros en la cola. Decir que nos tiraron las cuerdas en la cabeza durante los 4 rapels no es ni metafórico! Después de un patético y fallido intento de adelantarnos literalmente a pie de vía, se quejaron durante nuestro primer largo, escalando a un par de metros detrás de Wallis y escapándose finalmente por una vía más a la izquierda. Este primer largo (V+), no lo disfrutamos mucho: gran flanqueo patinado y resbaladizo que desemboca en una fisura fácil y una reunión cómoda. Segundo largo (V+) mucho más bonito y R2 montada encima de un árbol colgado en el vacio: espectacular. El tercer largo (6a) remontaba, tras superar un paso vertical bien fino, un gran esperón, llevando sin sorpresas a la R3.
El quinto largo desde la R4, con su techillo arriba de todo; Wallis al salir de dicho techillo; los vecinos de al lado. 
El cuarto largo (V+) fue quizás el más delicado por su marcada tendencia al flanqueo sobre una placa tumbada, con gotas y canales esculpidas en una roca muy compacta, y con unos parabolts que alejaban cada vez más: daba la sensación que los equipadores (gracias por su gran labor y por esta vía preciosa!) se estaban quedando cortos de material y apuraban para terminar...

Desde la R4, se apreciaban unas vistas a las Gorges y al agua verde allí al fondo, pero sobretodo, al empinado último largo y su techito final: un "6a buen peso" (sic.) subido a 6a+ en las reseñas actualizadas. A unos metros de la R5, Futuna se volvió a encontrar con el mistral furioso que soplaba a la mañana, y encadenó feliz pero pensando en lo que esperaba a Wallis con semejante ventada... Escalar en les Gorges du Verdon con Mistral, la última tendencia en deportes de aventura*!

El resto de la historia ya les sonará familiar: cocinar una pantagruélica pasta al contadino en la furgo, comer al sol y tomarnos un cafecito en algún pueblo en el camino y con el atardecer, llamar al timbre y entrar en la casa, la vida y la historia de una familia de aún desconocidos…

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* Un(t)raveling recomienda a sus lectores que no intenten hacer esto en sus casas.
** Universalmente famosos por sus Cagadas en Paredes Alpinas.

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