Thursday, August 18, 2016

anuncios del corazón: "paradisíaca isla lacustre...


...busca modelo turístico respetuoso y consciente"

Tras una noche corta pero reparadora, amaneció (¡que no fue poco!) sobre el pequeño patio de la no menos pequeña pensión Maverick Hostel, en la barrosa orilla del río Ushakovka. Nos había costado bastante llegar allí desde la estación, superando retos inhumanos, timos cajeríles, asaltos piltraferos, autobusismos nocturnos y fins i tot engaños oscuro-callejoníles... Después de los miles de kilómetros del nuestro primer tramo de Transsiberiano (leed aquí y en británico el correspondiente relato, succionándoos, si hace falta, los enrojecidos pulgares*), no hubo nada que pudiese con nuestra voluntad de conseguir una ducha caliente y una cama de matrimonio. Que aquellas vinieran con wifi y desayuno incluidos fue todo un regalazo ya que, si bien uno va aprendiendo a conformarse - o no - con lo imprescindible, siempre se agradece la superflua e inesperada guindilla cuando te la ponen sobre el pastel. O en el guiso, mejor. O en un pinxo de bacalao. En fin, ya saben.

el lindo patio del albergue y el río Ushakovka allí entre los arbustos.
En dicho pequeño patio, a parte de algo de barro y la tienda de unos chavales franceses que en breve ibamos a conocer, se hallaba un supuesto 'punto de recogida' del minibús con rumbo a la isla de Ольхо́нo (Olkhon). Sabiéndolo y habiendo semanas atrás reservado nuestros asientos en el minibús del día, disfrutábamos pues del desayuno y del momento presente, ya que eran las 08:50 y el mail de confirmación recibido el día anterior nos invitaba a estar preparados para "entre las 9 y las 9 y media". Junto con el café con leche, sorbíamos con gusto la inspiradora conversación de la pareja de chavales franceses, que acababan de cruzar Asia central en bicicleta. En 11 meses, se habían tragado a golpe de pedal y con un buen par de... Surlys: carreteras y pistas de Francia, Italia, los Balkanes y Grecia, Turquía, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kazakstán y finalmente Rusia. Acababan de llegar a Irkutsk, desde donde volarían de vuelta "a casa" al día siguiente. Debían tener unos 25 años, se les veía sonrientes, tranquilos, enamorados y frescos. Como si este increíble hallazgo no fuera más que el hecho de ir haciendo, un día tras otro, algo que les hacía felices. Difícil no recordar la frase del Moitessier evocada ya en estas columnas, sobre la necesidad de "escuchar la vocecita interior porque sino, es el rebaño". Nos hubiera encantado compartir su blog, pero lo único que nos ofrecieron (¡y no fue poco!) fue reenviarnos los mails de viaje que habían escrito para su familia y amigos. Nos los quedamos, y si algún cicloturista quiere, les ponemos en contacto...

A las 09:00 en punto (como bien se sabe tenemos pequeñas manías con la logística), le pedimos a la jefa del albergue que llamara a la compañía del minibus para averiguar que estaba todo bien. Nos dijo que no hacía falta, que ya vendrían. A las 09:20, reiteramos la demanda, así como a las 09:35, no sin haber leído cuatro veces el email de confirmación del día anterior y discutido un poco. Cuando finalmente, sobre las 09:45, se dignó en llamar, le tuvo que insistir un rato al chofer para que diera media vuelta y nos pasara a recoger, ya que se había olvidado. "This is Russia" fue su mejor (y lacónica) conclusión...
desde el minibús: algún suburbio siberiano bajo el sol, con su autobús local.
En fin, sobre las 10:00 subíamos en un minibús medio lleno ya y a las 10:20, tras haber recogido a un grupo de tres jovenes mochileros Rusos en una esquina cercana, paramos delante de un mercado de barrio por allí las afueras de Irkutsk. Fue allí cuando, por primera vez, nos empezamos a preocupar por el destino de nuestra excursión de cuatro días - y por el objeto de nuestras más ingenuas expectativas: delante del mercado, el baile de minibuses blancos iba acompasado con una coreografía de mochileros que entraban y salían, sacaban fajos de billetes de sus carteras y finalmente subían y bajaban su equipaje de las vacas de techo oxidadas. ¿Y si? pensamos entonces por primera vez... ¿Y si resulta que la Isla de Olkhon - paraíso virgen y desconocido, perla del lago Baikal, tesoro de la Siberia, reserva única de fauna y de flora, destino insólito y cuarta isla lacustre más grande del mundo - no es más que un infierno turístico masificado, donde van a parar todos los mochileros y viajeros roots que tienen cuatro días que matar mientras están en Irkutsk?

Acerca de la isla de Ольхо́нo, podríamos alinear cifras y datos, pero dejaremos que los interesados hagan una búsqueda en intenné y se queden con lo relevante. Por ejemplo: que tiene una superficie de unos 730 km cuadrados y que bien cerca de su costa está el punto más profundo del lago Baikal (más de 1600 m). Claro, también habría que decir que el Baikal es el lago más profundo, más antiguo y la segunda reserva de agua dulce del mundo; que es un santuario sagrado, cuyo nombre mágico estremece hasta al Pokemon más duro; que el mismísmo Pikachu lo venera; que tanto en Moscú como en el tren, nos hablaron mucho de nuestra mucha suerte y del mucho privilegio que era poder ir allí cuando tan pocos entre ellos podían... ¡Oh, la bella y lacustre, la pura y mí(s)tica, la secreta y gran Olkhon!

desde el minibús: frágil estepa siberiana, grises colinas y pista polvorienta.
Como el autobús del chiste, nuestro minibús iba lleno y a toda ostra, por una carretera bastante transitada que corría recta y determinada con rumbo al norte. Al cabo de una hora y media o así, el conductor se detuvo delante de un restaurante a la altura de un cruce, nos invitó a bajar y se fue a fumar un piticlín con otros cinco conductores de otros cinco minibuses que también iban llenos y al mismo sitio. Debían ser las 13:00 o casi cuando arrancamos nuevamente para coger - por nuestro mayor placer - la bifurcación de la derecha: una carretera menor que se salía del eje del ancho valle para atacar la falda de unas colinas semi-áridas. ¡Qué bien! nos dijimos sacando la cámara: detrás de estas colinas, está el lago. Peau de balle, dicen en Francia. Detrás de las colinas, como suele pasar, ¡otra cucharada de colinas! El tío seguía igual de rápido a pesar de los baches, donde podrían haber anidado colonias enteras de suricates; adelantaba tractores y remolques; utilizaba con frecuencia este "tercer carril de circulación imaginario", ubicado entre los dos habituales y característico de las carreteras asiáticas. Si nos quedaba una duda, él la acababa de zanjar: eso sí que era Asia. Cuando desapareció por completo el asfalto y empezaron a brotar atajos y sendas alternativas por en medio de la estepa, por las que zigzagueaban coches, minibuses y autocares en un frenético remake de Rápidos y furiosos, uno de nuestros compañeros de rally, un joven Chino con aires de buena familia empezó a soltar métano y oxido de azufre por allí abajo, con generosidad y sin complejos. Sus dos amigos sacaron sin vergüenza unas mascarillas anti-gripe, se taparon la nariz con ellas y se quedaron tan anchos.
remake siberiano de Rápidos y furiosos: apreciarán el detalle del parabrisas!

Tras una eterna hora de asfixia, de sacudidas y de infierno de tránsitos (juego de palabra, ¡yei!), nuestro minibús alcanzó la orilla del lago y se colocó en una impresionante fila de vehículos. Podía haber allí unos veinte coches particulares, un par de autocares grandes y seis o siete minibuses más. Todos esperando para cruzar a Olkhon por un pequeño ferry oxidado, cuyas pintas hubieran hecho dudar hasta al mismo Arquímedes. El cálculo fue rápido (y furioso, ¡si!): a razón de cuatro coches y dos minibuses por ferry y al ritmo de dos ferrys por hora, si los autocares van solos o con un coche de remate, y si "un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, sale de él mojado", ¿cuánto tiempo nos tocará esperar aquí para cruzar a la tan cotizada isla de Olkhon? A ver, usted, en la tercera fila, ¿Sí? Me dice que, ¿cuántas? ¿Unas tres horas más o menos? Pues sí, caballero, efectivamente! Ahora bien: paisaje hermoso, vistas inmejorables al Baikal, playita donde mojar un pie u otro, parada nupcial de Phalacrocorax carbo sobre aguas plateadas, flora endémica psicodélica y un viento gélido para no adormecerse entre tanto estimulo estético... Además, ¿qué son tres horitas cuando uno está de viaje, de vacaciones, con vida y con rumbo al fin del mundo? Pues son precisamente una gran oportunidad de recordar al gran Ekhart T. y su gran sabiduría barat intemporal: "Che, si vos le preguntaras al cormorán qué hora es, ¿qué te pensás que te respondería el negro pelotudo?"**

Wallis en modo panorámicus Olkhonici; la lancha de Arquímedes tal cual; succulenta flora local; un cormorán recordándonos el poder del ahora.
En el ferry, todo muy bien: más vistas preciosas, más viento helado. Un trayecto cortito pero hasta eso se agradece al final, si consideras que un cuerpo total o parcialmente sumergido en un lago tan frío y profundo, seguramente no vuelve a aparecer nunca. Única falsa nota en la partitura olkhónica: cuanto más avanzaba el día, más se iba degradando el tiempo, y eso nos hacía mucha gracia, ya que pensábamos hacer vivac y conocíamos ya nuestro magnetismo excepcional por los diluvios, tormentas y lluvias torrenciales. El plan era llegar antes del anochecer a alguna playa tranquila, bonita y de aguas cristalinas ubicada a una hora y media al norte del pueblo de Khuzir, para pasar allí dos días a lo hippie, lejos de todo y en comunión con la naturaleza salvaje... Cuando el ferry nos descargó en el "muelle" de Olkhon, descubrimos con estupor la estación de taxis autóctonos, el punto verde de la isla, la parada de gua-guas locales y la magnitud del desastre: una fila de al menos ciento cincuenta coches particulares, para-golpes contra para-golpes, ocupaban el último kilómetro de pista, esperando para llegar al "muelle".

uno de los pocos puntos verdes de la isla: todo lo que no se quema, ¡se amontona!
Sus ocupantes, todos turistas Pokemons de la región, se querían ir antes de la noche y del último ferry, el de las 19:00 - nos dijo de inmediato nuestro piloto, en inglés macarrónico, que unos cuantos no podrían y tendrían que pernoctar en la isla, o bien en el coche, o bien regresando hasta algún hotel o pensión cercanos... Para pasar el rato, todos bebían cerveza y fumaban, con lo que este último kilómetro de carretera estaba adornado de una franja multicolor de colillas y latas que sin lugar a duda, se debe poder apreciar en las imágenes satélite del Google maps. Nos escapamos rápida y furiosamente, por unas pistas de tierra cada vez más precarias o haciendo directamente hors piste por la frágil estepa seca, echando polvo, eso sí, y dejándonos las suspensiones en el camino  - concretamente, la izquierda trasera, como apreciarán en la próxima imagen. Aunque solo había unos cuarenta kilómetros, entre el tiempo de "reparar" nuestra incidencia mecánica y el de ayudar a otra furgo en peor situación aún, ya eran casi las 19:00 (te venden un trayecto de unas 5 horas "de promedio") cuando pudimos bajarnos, recoger nuestros petates y salir hacia el norte, no sin haber llorado un poco ante el espectáculo... Con menos de 1500 residentes fijos (en su mayoría locales de etnia buriata) y probablemente el doble o más de turistas semanalmente durante la temporada alta (aunque no conseguimos cifras sino que evaluamos por la frecuentación de los ferrys), las pocas casas autóctonas se pierden y unden en un mar de chabolas cutres y bungalows mal montados, amontonados más que alineados, en cualquier lugar que no sea claramente una "calle", un riachuelo o un campo de fútbol.

pilotar al estilo rápido y furioso en pista de tierra tiene un precio...
Los carteles de guesthouses, información turística, visita a la cueva del shaman, bar de wifi o tour VIP en 4x4 ocupan la mayoría del campo visual y tapan con cierto arte las montañas de basura acumuladas entre los grupos de casas. Nos escapamos lo más rápido que pudimos, tirando a vista hacia el norte y la cercana orilla oeste, donde el lago forma el mar pequeño y donde todavía esperábamos alcanzar nuestra playa desierta. Tras una media hora de patear por la arena profunda de la playa y con el sol desaparecido ya desde hacía un buen rato, nos encontrábamos entre una multitud de tiendas colocadas bajo unos pinos altos. En el largo parquín que corría paralelo a la línea de los árboles, decenas y decenas de coches con música a tope, grupos de chavales sacando cervezas de neveras portatíles, bailando reggaetón ruso (si si, existe!) o golpeándose con colchones inflables y tirando colillas con mucho arte bien lejos de su propia zona de festejo. Nos rendimos no sin haber discutido un poco: nada personal, una sencilla mezcla de cansancio, hambre, frustración y tristeza, redirigida bajo la forma de una típica secuencia"¿Pero, qué coño hacemos aquí?", "¿Cómo coño no nos lo imaginamos?", "Yo si que lo llegué a pensar...", "¡Pero si fue tu idea!", "¿Qué?". En fin, nos rendimos, nos colocamos en un lugar despejado, montamos la mini-tienda para proteger las mochilas, preparamos nuestras fundas de bivác y los sacos, cocinamos una cena sencilla pero caliente en nuestra maravillosa Trangia (gracias U. y L. por este regalo que fue con nosotros hasta el fin del mundo) y nos dimos un paseico digestivo por la orilla del Baikal antes de meternos, bajo unas pocas estrellas y unas cuantas nubes, en los sacos. En pleno agosto en el lago Baikal, no te puedes meter dentro de la tienda y perderte el hotel de cuatro mil estrellas, como bien dice nuestro querido Albert Sans...
una de las pocas casas tradicionales de Khuzir; la calma antes de la tormenta; la costa oeste con vistas al "pequeño mar" .
Después de tres o cuatro horas, empezó a llover. Muy poco al principio pero pintaba mal. Con razón dicen que sabe mal el diablo por viejo que por diablo. Cambiamos de estrategia enseguida: guardamos las mochilas en las fundas de bivác, bien embutidas juntitas, y nos metimos en la mini-tienda. A los veinte minutos: diluvio! Cayó tanta agua y de gotas tan gordas que la tela de la tienda se nos dobló como si alguien estuviera sentado encima. Aguantamos un rato, un par de horas tal vez, sufriendo por las mochilas y notando como poco a poco, lenta pero seguramente, el interior de la tienda, las esterillas y los sacos se iban empapando. Pensar en vestirse, salir, desmontar y empacarlo todo, mojadísimos ya y bajo la luvia que no aflojaba, para caminar media hora o más hacia no se sabe donde, es jodido ya de por si. Pero llegarlo a hacer a eso de las cinco de la madrugada, ¡es muy jodido! Una hora después, okupábamos la terraza cubierta de un bar de wifi, colgando de las barandillas y del techo todas nuestras pertenencias y calentando agua para tomarnos un merecido nescafé con leche condensada: Como dice el guaperas este: ¿Nespresso: güat els'?

el centro de Khuzir: especulación, contaminación, erosión e inundación... 
Con la "salida" del sol sobre Khuzir, el panorama se volvió interesante: tumultuosos ríos de barro corrían entre las chabolas, llevándose la basura y la mierda hacia el lago. Tal y como "the sea refuses no river", el lago no rechazaba ningún desecho... Como Khuzir despertaba, el movimiento de taxis y gua-guas se hizo intenso y febríl, por la imposibilidad de moverse a pie. Ante el caos ambiente, pensamos en irnos YA, para no ser ni testigos, ni cómplices del desastre. Mucha gente tuvo la misma idea en las siguientes horas y la frágil infraestructura de la isla se colapsó. No hubo manera de subirse a un minibús, ni a un coche particular. Parecía que el concepto Bla-bla car aún no había llegado a estos confines siberianos. Fuimos a parar, esta vez sí, en la emblemática Guesthouse de Nikita (vean el siguiente párrafo) para pegarnos un "desayuno completo" e intentar así pensar con un poco de claridad. El porridge era asqueroso y ni habían encendido la estufa de leña. Al pensarlo, nos dimos cuenta que ya quedaban poquitos árboles en la isla... Con la ayuda remota y providencial de Marina, encontramos una pensión barata y cercana que nos aceptó sucios y empapados a las 10 de la mañana.


Colección verano 2016: Futuna, elegante y sexy.
(Paréntesis: Nikita Bencharov fue campeón de ping-pong, de badminton o algo del estilo. Al jubilarse, abrió aquí hará veinticinco años el primer albergue de Olkhon. Cuentan que con dos manos y mucha voluntad, levantó este imperio turístico del suelo para que sus con-ciudadanos de Khuzir dejasen de morirse de hambre y aburrimiento. Su guesthouse pasó de tener cuatro camas a tener diecisiete bungalows, dos comedores, una agencia de "guías", un bar "cultural" con "conciertos" y hasta "exposiciones" de "arte". Perdón por los guiones, es una manera cómoda de expresar mi desdén por escrito acerca de la oferta "cultural"... Alrededor de su complejo de chabolas cutres y mal ajustadas florecieron decenas de propuestas idénticas, similares y hasta peores, siempre respetando su absoluta e inédita falta de gusto, de sentido común y de visión a largo plazo. Hoy en día, todos en la isla lo veneran como un auténtico héroe por haber atraído a esta marabunta de guiris y haberles dado el pack llave-en-mano para destrozar un pequeño rincón de paraíso al gran estilo mochilero del sur de Tailandia. Siempre te encuentras a un entusiasta gilipollas para sentenciar: "A ver, tío, ha creado empleo y actividad económica". Pero nos preguntamos si a él, a veces, le deben entrar ganas - ante las consecuencias de su gran idea - de arrancarse los ojos como el viejo Edipo en su tiempo. Personalmente, no tuvimos la oportunidad de planteárselo personalmente. Fin del paréntesis)


Una vez pagada la habitación e instalado nuestro pequeño campamento (vean la foto de abajo: una estufita eléctrica enchufada las 24 horas del día, unos cordinos engachados a lo bestia entre las maderas del bungalow, evitando cuidadosamente las fugas de lluvia chorreando desde el techo y TODO nuestro equipaje colgando), descubrimos que 1- no había ducha en este lugar, sino tan solo una pica exterior a la intemperie y 2- el concepto de letrina por estas tierras daba al mismo tiempo pena y terror. No es que nos fascine el caca, pero en buenos excursionistas concienciados, esta cuestión de dónde y cómo hay que dejar sus heces sin dejar su huella, la tenemos presente y estudiada. Por aquí: na' de na'. Y pudimos luego averiguar que era lo mismo en unos cuantos otros sitios de la zona. Resulta que en Olkhon, no hay clavegueram, no hay filtración, no hay depuradora. No hay ni siquiera propuestas de fito-depuración hippy con cañas, carbón, roca volcánica o bambús. Nada de nada de nada. No ha llegado aquí el váter seco con serrín o paja. Las letrinas son agujeros en el suelo - a secas - de unos tres metros de profundidad, con una tarima y una cabañita encima. Encuentras una cerca de cada grupo de dos o tres bungalows y por las zonas de acampada, hay una cada cincuenta metros más o menos. ¿Cuántos turistas a la semana calculamos? ¿3000? ¿5000?

mientras tanto en la penumbra parda de la pequeña alcoba, Wallis soplaba la ropa para secarla tooooda...
Al margen de la infiltración por el suelo en días "normales" y de la falta evidente de fibra en la mezcla final (además por lo visto -o mejor dicho, por lo olido- el Pokemon come mucha proteína animal (pescado principalmente) y el balance está muy a favor del nitrógeno...), en estos días de diluvio, estaban las letrinas literalmente desbordándose por todas partes. De repente, empezamos a ver los ríos de barro mencionados antes con ojos nuevos. ¡Rieras diarreicas! Sin duda una de las grandes calamidades del apocalipsis... Y al final del camino, adónde va a parar toda esta caca? Directo al lago. ¡Muy bieeeen! Coliformes y parásitos; sobre infestación de la fauna; concentración en la cadena trófica; también exceso de nitrógeno; proliferación de micro-algas; eutrofización y desaparición de especies... Vale, no pasa nada porque al ser el lago más etc. del mundo, el factor de dilución es enorme... Ya. No. Como que no. Una polla. Eso es lo "orgánico". Queda sumarle, evidentemente, las toneladas de plástico, basura y latas que se tiran, se pudren o se queman; solventes, químicos y barnices para madera; aceite, gasolina y metal oxidado de los coches...

turistas pasados por agua, esperando un milagro en el "muelle".
El día siguiente sobre las 10:30, nos subíamos en un minibús con rumbo a Irkutsk. En el desayuno, charlamos con una pareja franco-argentina: estaban TAN decepcionados porque con la lluvia, se habían retrasado y se habían perdido la salida de su tour de la isla en barco. Les parecía genial la obra del gran Nikita "porque había creado un modelo económico para toda esta pobre gente". Ford! Tenían el avión en Irkutsk a las 21 esta misma noche para volver a España: su minibús salía a las 12. Ford! Se sorprendieron con nuestras caras de "¿pero sois idiotas o qué? ¿no lo veís que tardan siete horas para hacer le viaje con buen tiempo y hoy está to' colapsao y hay una debacle de coches por la pista e inundaciones por todas partes? Cuando les recomendamos que se metieran en el primer minibús que encontraran, nos preguntaron si nos parecía muy justo. ¿muy justo? ¿MUY JUSTO? Felices los de espíritu sencillo, porque suyo es el reino de los cielos. Nosotros piramos, llorando y empapados otra vez por caminar quince minutos hasta la parada del minibús. La pista no solo está inundada sino que directamente se había deslizado por placas enteras. Rescatamos a una furgo encharcada.
Wallis pasada por agua, esperando un milagro en el "muelle".
Solo nos tocó esperar una hora en el "muelle" tras haber adelantado todos los coches particulares gracias a una prioridad cedida a los transportes en común. Fue una oportunidad de constatar que la lluvia había parado y que hasta se veía un poco de cielo azul a lo lejos. Cuando íbamos a bajar del ferry, el conductor de la furgo de delante se dió cuenta de que se le había encallado el freno delantero: imposible moverse. Ni un metro para que los demás vehículos pudieran salir... Empezaron a desmontar la rueda, las pastillas y el disco y todo esto del freno, sin poderlo soltar. Como se retrasaba mucho el ferry, al cabo de media hora o así, lo mandaron de vuelta a la otra orilla (la de la isla) para que el servicio pudiera seguir con el otro ferry (suelen ir dos alternando). Así que esperamos allí a que volviera nuestro ferry, ojala con el freno desbloqueado y nuestra furgo libre de irse. Efectivamente, nos recogió el tío después de una hora e intento recuperar el retraso acumulado. Pero los kilómetros sin asfaltar habían cambiado de aspecto con las lluvias torrenciales y fue muy difícil llegar al restaurante de carretera donde paramos otra vez para que el conductor repusiera calorías. Anochecía. Entramos en Irkutsk pasadas las 10.

justo lo que faltaba: avería grave en el ferry, coches bloqueados, colapso total.
Aún tuvo que dar mil vueltas para llegar al albergue nuestro, debido a la cantidad impresionante de calles inundadas y cortadas: aparentemente, no habían visto tanta agua en Irkutsk en más de veinte años... En las noticias, salían tíos felices yendo al trabajo en piragua. El "alma ruso"... Cuando la dueña de la pensión nos explicó a las once de la noche, tras cuatro días de vida a la intemperie sin acceso a una ducha, tras 11 horas de trayecto en una furgo fría, con ropa mojada y apestosa, con las mochilas empapadas, que no nos podíamos duchar porque la fosa séptica se estaba desbordando y no se podía echarle más agua hasta que viniera el camión-bomba al día siguiente, nos entraron ganas de llorar.
De verdad.

Fuimos a la cama con una costra de roña, con un cansancio acumulado en el cuerpo, con un frío en los huesos y - peor que todo - con una tristeza en el alma por el terrible desastre del que habíamos sido testigos en Olkhon, la perla del Baikal. ¿Cómo puede ser que la gente - y la gente, somos nosotros también, obviamente - haga y deje hacer semejantes barbaridades con el medio ambiente? ¿Cómo puede ser que el ánimo de lucro y la codicia cortoplazista nos vuelvan tan capullos? ¿Cómo es que aún estando allí en medio del sitio más virgen y precioso del mundo, haya pelotudos por decirte que el turismo alimenta el crecimiento económico? ¿Cómo es que los Pokemons se llenen la boca de su tesoro nacional, y permitan (o fomenten, directamente) que se haga esto? ¿Cómo se atreven un par de retrasados pos-modernos a quejarse porque por culpa del mal tiempo, se han perdido las vistas preciosas y el tour guiado VIP en 4x4? De repente, me acordé de la mujer italiana que estaba montando un pollo en la oficina turística, mientras yo canjeaba nuestros tickets de minibús, porque el guía le había cancelado su actividad de nadar en el Baikal; ella se tenía que ir hoy y daba igual que lloviera: había pagado para que un guía le llevara a nadar en el Baikal e iba a nadar en el Baikal porque necesitaba la foto para sus colegas, en Milano...

presentando los pequeños, ágiles, diversos y sexys minivans 4x4:100%, locales, 100% Pokemon, 100% chatarra y... ¡100% Olkhon!
Creo recordar que la última imagen que tuve antes de dormir, fue la de esta pareja franco-argentina y su "en serio tíos, ¿os parece muy justo?" y me dormí con una sonrisa. Tener un leve grado de obsesión por llegar a los sitios con tiempo, tiene sus ventajas.

Recuerdo perfectamente, en cambio, que la primera imagen que tuvimos al salir de la cama, fue la de una joven Pokemon enfundada en una toalla rosa, con su laaaaaarga melena negra goteando por el pasillo y dejando una estela de olor a acondicionador con karité, aceite de argán o alguna pijada bio de estas. ¿Y? ¿No quedamos en que no se podía usar la ducha? Ah, bueno, verán... Ella se va hoy, ahora viene su taxi a recogerle, así que le deje que exepcionalmente se pegara una duchita rápida. ¿Que perdón, que qué? En fin...

el lindo patio del albergue y el río Ushakovka salido de su cauce (¡comparen!)
En el día extra que nos tocó estar por Irkutsk, a parte de poner una maxi-lavadora, hacer la compra para el tramo Irkutsk-Vladivostok y saltar entre los charcos, tuvimos la suerte de conocer a (y pasar un buen rato con) J.-C., un mochilero que salió de Francia a pie y llegó hasta aquí, con la firme intención de ir mucho mas lejos. J.-C., sí que tiene blog, y os lo recomendamos si os apetece flipar un rato: ¡más salvaje, no se puede! A media mañana, llegaba el camión-bomba para chuparse la mierda de la fosa séptica. Cuando finalmente nos pudimos duchar, fue el placer más grande, el lujo más indecente y el privilegio más máximo del mundo. No se trataba de perder nuestro tren, y nos quedaba el tiempo justo para hacer las mochilas con todo limpito y seco, ponernos una muda nueva - tibia aún de la secadora - y despedirnos de Begemoth, el gato del albergue que por lo visto nos quería acompañar. Paseando por Irkutsk en autobus, decidimos bajarnos antes de cruzar el puente que lleva a la estación, para disfrutar de la bonita luz, de las vistas al río, enorme tras las lluvias de las días anteriores, y movernos un poco antes de pasar otros tres días en el Transsiberiano... A pesar de las mochilas enormes, el carrito de la comida y todo, disfrutamos de un largo paseo por el centro de Irkutsk: casas modernistas siberianas - no tan distintas de las que conocíamos; nuevos ricos con su MIG aparcado en el patio de casa; autobuses y casas destartalados; y finalmente el hermoso e imponente puente sobre el río Ангара́, bien ancho ya en este punto. De allí se veía perfectamente la estación y las siluetas minúsculas de los trenes. Nos quedaba una buena hora y tardaríamos quince minutos como mucho para cruzar y llegar al andén. Todo controlado. ¿Todo?

¿Qué os apostáis?

Begemoth el gato, en un gran nuúmero de seducción; tesoros modernistas de Irkutsk; algunos van al curro en moto, otros... molan. 
Mientras alcanzábamos las escaleras de piedra maciza al pie del puente, hubo un ruido ensordecedor. La cortina de lluvia que llegaba del oeste cavalgaba tan rápida hacia nosotros sobre el Angará que una onda de choque corría por delante y nos golpeó. A media escalera, vimos como la ciudad ya desaparecía y se fundía en una masa gris uniforme. Correr no tenía sentido, tal y como no lo tuvo buscar un refugio: en menos de un minuto, todo lo que llevábamos, todo lo que eramos, estaba empadado. Sacos, móvil, ropa, comida, billetes, zapatos, esterillas, libros, pasaportes, portatil, tienda y carrito. Chorreaban las mochilas sobre los pantalones y los pantalones dentro de las botas.

el puente sobre el ancho río Angará, la hermosa calma antes de la tormenta.
Cruzar el puente, con la ropa pegada al cuerpo, con el agua fría en la piel, con los cubos de agua que levantaban los coches, con los pies hundidos en charcos que se esparcían y buscaban con furia la barandilla, para luego abalanzarse al río en cataratas, fue una experiencia sensorial muy intensa. Casi mística. No había ni estrés, ni rabia, ni desesperación: solo la resignación llevada hasta el trance. Era tal la magnitud del diluvio que no podíamos pensar ni expresar nada. Eramos agua. Eramos toda la lluvia del cielo. Si el cuerpo humano está compuesto al 75% de agua, en este preciso instante, rondábamos los 90, sin lugar a duda. Si el mono erguido, desnudo y civilizado logra alcanzar, en escasos momentos, la comunión más perfecta, la fusión más total, con la naturaleza, con la esencia misma del universo, creo pues que es en momentos como esto que vivíamos en el puente: cuando aquello nos envuelve con tal fuerza que todo lo que no es puramente sensorial, se desvanece y apaga. Momento de gracia. Lo más curioso, quizás, fue que nada más entrar en la explanada delante de la estación, la lluvia paró. Tal y como había venido, se fue. Su carrera enloquecida la llevaba hacia el Baikal, donde tanto tenía por lavar, purificar y diluir... A nosotros también, nos dejó lavados, purificados y diluidos. Al sentarnos en un banco del gran recibidor de la estación, a unos pocos metros del cajero donde empezaron nuestras aventuras en Irkutsk, nos dio la sensación de no haber vivido estos cuatro días. Empapados igual, agotados igual, mugrientes igual, pero tan absolutamente nuevos e inmaculados que fue como si nunca hubieramos estado allí... La calefacción infernal de la estación nos ayudó a entrar en calor y cuando el 002 se detuvo en el andén, ya eramos nuevas personas. Unas personas ni mejores ni peores que las que bajaron de otro 002 unos días antes, pero unas personas determinadas a no ser más complices silenciosas de asesinatos como el de Olkhon...

après la pluie es un precioso disco de Daniel Mille, que capta esos colores brillantes, ese olor a tierra, esa paz mágica, justo después...
Muchas ONGs rusas e internacionales luchan para denunciar la catástrofe ecológica perpetrada en el Baikal, para pedir que se respete y proteja el lago más antiguo del mundo, su reserva de agua dulce y su increíble riqueza biológica. Y es un lugar entre mil otros, cuyo equilibrio está amenazado o destruido ya: en Indonesia y en Latino-América arde la selva primaria. En Canada y EEUU, el fraccionamiento hidráulico y las arenas bituminosas envenenan el subsuelo y los acuíferos. En muchos países africanos, la caza de tierras raras y metales preciosos arma genocidios y provoca desastres medioambientales. No pretendemos que sea fácil, pero el primer paso es negarse a ser cómplices un día más.


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* Vil alusión en forma de mofa a una novela de éxito de Amy Tan, sobre la diaspora china en los EEUU, cuya traducción al castellano para la edición de bolsillo lucía, además del mediocre guión original, unas  pequeñas joyas taladas como esta...

** Para quién todavía no haya leído el mítico best-seller de la auto-ayuda tendencia sopa oriental cuántica, hay dos respuestas a la pregunta "¿qué hora es?": según el autor, el pajarraco te contesta "¡es ahora, tío!", porque no hay otro momento que ahora. En mi opinión, si te contesta el pajarraco, lo más probable es que te diga: "¡Gnieeeeeeeek!".


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20 centavos el kilo

Nuestra sección especial (hashtag 20 francs le kilo) para los fans de cuentas, los estresaos del presupuesto (apretao!) y aquellos que sentirían curiosidad - o envidia, directamente - por viajar sin avión... Encontrarán aquí, pues, y en este orden: la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad (redondeada, sin comas y con alguna que otra omisión menor y fortuita, hay que confesar). Pero a grandes rasgos, eso es lo que hay :

 - Irkutsk-Olkhon (en minibús rápido y furioso, billetes reservados por email al albergue Nikita's Guesthouse de Khuzir, en el que NO dormimos): 11 eurospor trayecto (300 km) y por persona, al cambio actual del rublo. El ferry está incluido. Total: 52 euros la ida y vuelta para dos, añadiéndole un par de samosas en el bar de carretera a la ida y a la vuelta.

O sea, unos 0,04 euros (4 céntimos) por km y por persona; eso sí: arriesgando bastante, por un lado y por otro, teniendo un impacto que no queremos volver a tener, allí o donde sea...


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