Vladivostok: ¡donde Yuri G. perdió la zapatilla!
un(t)raveling 2016,"hasta el fin del mundo", desde la estación espacial internacional. |
el emblemático puente de Zolotoy, firmando los 2 V de VladiVostok en el skyline. |
Ha pasado más de una hora ya desde que llegamos a la estación, pero no ha pasado ninguno de los que nos convienen. Dicen los locales - muy amables y muy anglófonos todos (¡nada que ver con Moscú!) - que vaya mala suerte y qué raro: hoy no han visto ninguno de estos. Le preguntamos a un chófer que responde que "hoy va a ser que no y mejor pillar un taxi o esperar hasta mañana: a lo mejor mañana sí que circulan". Bien. Que sea un taxi. Al único que hay por la zona, no le suena nuestro hostal y no quiere ir hasta el otro lado del puente igualmente. Hay que insistir, suplicar y eso tiene precio. Dice que lo hará por 500 rublos (cuando leímos en foros y páginas varias que con 300 rublos te deberían llevar a cualquier sitio o pasearte durante una hora). Negociamos un rato pero no baja de allí y a estas alturas, regatear es absurdo. Tiene las de ganar, lo sabe. ¡Venga! Es de noche, llueve, estamos cansados, mojados y sucios. Mientras nos acercamos, nos va preguntando acerca del hostal (reservado en booking.com), pasa "delante" un par de veces sin que ninguno de nosotros lo vea. Se va rallando. Terminamos abriendo nuestro gmail en su smartphone para checkear el mapa, que nos confirma que es donde dice él, y donde nos pretende abandonar: ¡una tienda/taller de reparación de jetskis! en el fondo de un callejón oscuro detrás de un supermercado, en el borde de la mega avenida Kalinina (con pinta de autovía) que une los dos puentes gigantes: el de Zolotoy y el de Russkiy. Al final, nos deja allí tras haber averiguado con dos peatones que esa es la dirección indicada en nuestra reserva: misión cumplida. Está satisfecho de deshacerse de nosotros y se pira rápido. Llamamos al timbre de la tienda de jetski y no contesta nadie, por supuesto. No llueve más: ya es algo. Al cabo de un rato, pasa una pareja de jovenzuelos que nos ofrecen llamar al hostal: hablan un rato con una mujer que al parecer les dice que sí: es aquí y hay que llamar al timbre de la tienda de jetskis.
un(t)raveling o el arte de llegar sin querer a sitios donde nunca hubieras querido llegar. |
ladrillo y madera bajo el sol; símbolo omnipresente y silueta estrella del skyline; muestra representativa de arquitectura neo-cool. |
revisitando un clásico muy clásico entre los clásicos: ahora bien, ¿dónde está Wallis? |
el faro Egersheld: en la punta de un estrecho banco de arena, en medio de la bahía. |
a ver chicas, os explico: para la selfie, hay que ponerse, ligeramente a contraluz y luego... |
Luego este mismo día, tras haber ido a correos a mandar toneladas de postales, nos encontramos con nuestra ya muy querida M.-S. y gracias a ella, tenemos el privilegio de patear la ciudad del fin del mundo en compañía de T., una joven y encantadora estudiante siberiana, Vladivostokense de corazón. Se acaban de conocer en su pensión, T. está super contenta de conocer a castellano-hablantes nosotros de conocerle, y ella nos quiere dar a conocer su ciudad adoptiva y favorita. ¡Cuántos conoceres de repente! Caminante incansable, adicta al yoga y el fitness, T. nos lleva de paseo a buen ritmo hasta una especie de Turó de la Rovira local (com casa nostra, ¡no hi ha res!) en lo más alto: también con su propio bunker anti-aéreo y sus propias e inmejorables vistas. Nos lo cuenta todo y más en un inglés y un castellano perfectos; nos da la oportunidad de llevar el arte del selfie un paso más lejos, más arriba y más adelante en la luz seductora de una puesta de sol extremo-oriental; al anochecer, nos lleva al mejor puesto de blinis de la ciudad... y nos regala - de casualidad pero que no por ello se le quite mérito alguno - el placer de toparnos allí con la pareja de segundas del tren. Aquellos que nos sonreían, que tenían una varianza de edad de 225, aquellos que algún mal pensado se negaba en aceptar en el papel de padre e hija. Mientras esperamos nuestros respectivos blinis, nos cuentan que son, pues, efectivamente padre e hija (ya, claro...) y Australianos. Que ella estudia en Europa (en Berlín, puede ser), que él le vino a visitar unas semanas (sí sí, hombre!) y que aprovecharon para ir a Milano a ver a la otra hermana, bailarina (por supuesto), en un espectáculo de Opera-Ballet magnífico donde brilló que lo flipas... Y ahora, tras cruzar el viejo mundo en el Rossiya, se volverán cada uno adonde le toca. Padre e hija, por supuesto. Hay que reconocer que se parecen un montón, estos dos. Hum...
puesta de sol panorámica en el Turó de la Rovira de Vladiv: vistas a las bahías, al puente W y casi casi, a nuestro decorado de hotel. |
Las chicas tienen ganas de celebrar, la noche es muy joven todavía y hay something in the air tonight. Nosotros soñamos con volver a nuestra lujosa habitación con vistas al taller de mecánico, hacer las mochilas con la ropa que la vieja de anoche nos lavó y planchó con mucho amor, pegarnos una ducha de lujo con lluvia tropical y muestras gratis de champú L'Oréal, antes de caer fritos en la cama. Igualmente, les decimos entonces que nos veremos a la mañana siguiente en el puerto, para despedirnos de T. y subir los tres otros (o sea, M.-S. y nosotros) al famoso barco que nos llevará un poco más allá del fin del mundo, si el espíritu del camarada Vladimir Ilyich quiere y si el eterno legado del camarada Josef no lo impide: todavía vuela sobre nosotros la sombra del aguilucho de la policía de estranjeros y del registro de hoteles... Llegamos a "casa" tras un infinito recorrido en bus y una no menos infinita caminata hasta el sitio donde la perra Laïka enterró la zapatilla de Yuri G. Abrimos la puerta blindada y entramos en el decorado de nuestra sitcom siberiana favorita. Risas grabadas. Fundido a negro. Un par de horas después, nos despierta el timbre del móvil. ¡Nos despierta el timbre del móvil! Es T., que nos explica que están en el auto de un amigo, conduciendo hasta y por los puentes gigantes, a tomar vodka en un lugar remoto con vistas a la autopista. Si queremos, nos pasan a recoger, que hay sitio en el auto y vodka para todos... Nos lo pensamos unos eternos cuatro segundos y nos parte el alma tenerle que decir que gracias pero no. Suspiros de decepción grabados. Fundido a negro. Suena el despertador. Son las ocho, el sol brilla y hoy saldremos de la madre Rusia para seguir nuestra aventura: a partir de ahora, más allá del fin del mundo.
adelantándonos: Wallis a punto de subir al Eastern Dream de DBS Cruise; T. despidiéndonos en la barandilla; adios, a ver... ¿Braâanboctok? |
Llegamos de buena hora a la estación de los ferrys y nos encontramos con M.-S. y T. Compramos los últimos artículos de primera necesidad para el viaje, tiramos las últimas postales al buzón y nos metemos en la multitudinaria cola para abonar la tasa portuaria (unos 11 euros por cabeza) y luego recuperar nuestros billetes - cuando el voucher bajado de internet estipulaba que "no hace falta ticket, este documento es suficiente para subir a bordo". Para salir de Rusia, nos tienen que poner el sello de salida en el visado y para ello, se toman como mucho seis segundos para mirarse nuestros pasaportes, foto incluida. Mientras esperamos un largo rato ANTES de este control, Futuna está tan nervioso que suda como el protagonista de Midnight Express y termina despertando las sospechas de los agentes que nos mandan una y otra vez el perro (¿Laïko?) olfatea-drogas a repasar nuestras mochilas. Pero al bonachón del perro, le interesan menos nuestras mochilas que el día de la semana en que cayó el histórico vuelo del Yuri G.
Nos sellan los pasaportes y nos dicen algo que debe significar: "Ahora lárgate de aquí piltrafa y ni se te ocurra volver a pisar este país, porque tenemos montada toda una infraestructura para gente de tu estilo. Nos hemos leído tu blog y el oso te encontrará donde estés. Verás como el trabajo te liberará, ¡anda!". A lo mejor, solo nos dicen algo que debe significar: "Gracias por su visita y buen viaje". En el fondo, creo que nos acaban de sonreir. Con un zumbido en la cabeza, caminamos hacia la luz que tambalea al fondo del pasillo.
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De repente estamos fuera. El muelle arde bajo el sol. La escalera chirría bajo el pie. La chapa lacada del barco es pegajosa bajo la mano. ¡Cuántas sensaciones! Ya no estamos en Rusia. Nos han dejado salir. Mejor dicho, nos han dejado entrar, cruzar y salir. La vibración de las máquinas se extiende por el barco, nos atraviesa. Entramos en resonancia con el barco, con el océano. Las gaviotas cantan. Huele a mar. Hemos llegado al fin del mundo y no hemos caído al abismo. ¡No hay borde! Todo esto sabe a vida, a libertad. Tenía razón Alan Watts: somos una expresión del universo entero, de la misma forma que la ola es una expresión del océano entero. Nos envuelve la luz. ¡Jolines! Qué exagerado este Futuna con sus miedos románticos e irracionales a veces. No era para tanto y definitivamente, las películas de James Bond no son adecuadas para todos públicos. El barco se pone en marcha. Se aleja el muelle del puerto de Владивосток y con él, se aleja Rusia entera. Más allá del fin del mundo, prepárate que vamos a por ti...
bye bye Vladivostok, hasta la próxima: vamos a comprobar que no hay borde... |
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10 duros el kilo
Nuestra sección especial (hashtag 20 francs le kilo) para los fans de números, los preocupados por el presupuesto o los que tienen curiosidad por hacer camino sin aviones... Encontrarán aquí, pues, la verdad, solo la verdad y toda la verdad (redondeada y sin comas, eso sí):
- Taxi: 500 rublos por unos 45 minutos de trayecto y búsqueda desesperada de nuestro "hotel". Está bastante por encima de la tarifa media recomendada, pero es lo que pudimos hacer dadas las circunstancias. Buses y tranvías: a partir de 20 r. por trayecto en zona urbana; qsp. 2 días y 2 personas: 300 r.. O sea, unos 12 euros (al cambio actual) en transportes.
- el "hotel" nos costó 35 euros por noche en booking.com. Se encuentran opciones más baratas en la ciudad pero: 1- estaba TODO completo cuando reservamos desde Irkutsk, tras haber intentado encontrar CouchSurfing sin éxito y hasta el último minuto y 2- aún así "más barato" hubiese significado dormitorios NO mixtos: después de días de tren, nos apetecía una habitación. 70 euros para 2 noches.
- compramos comida en el super (900 r.), lavamos ropa (500 r.), tomamos algunos cafés con leche y un par de blinis por allí (1500 r.) y mandamos un montón de postales (1000 r.).
Total: 140 euros todo incluido (absolutamente todo) para nuestra estancia en Vladivostok.
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