Wednesday, February 24, 2016

Hortraveling! s02e01 "Sembring dreams and suelting the amarras"



el Tanuki, muy a gusto en el rincón del compost: un lugar calentito y con moscas.
Ole sus huev ¡perdón! Quisimos decir: Ole su escrot ¡ups! Ole su travesura.
Si no habéis leído nada de la temporada 1, no tiene sentido resumirla aquí: no somos HBO. Y aunque quisiéramos... Así que, ¡pasen y vean! Ocurrieron muchas cosas: acción, pequeños dramas, grandes tragedias, alegrías inesperadas, encuentros y desencuentros, lecciones de vida y persecuciones desenfrenadas (aunque las justas...). Mejor se lo tomen con calma porque a nuestros protagonistas les pasó de todo y más. No les podemos contar las dudas existenciales de las zanahorias ni la guerra entre S. tuberosum y L. decemlineata... Sobre lo ocurrido en la s.01, solo vemos dos opciones: (i) que se lo vayan leyendo tranquilamente y de a poco antes de empezar con esto; (ii) ¡tábula rasa! Den por perdido lo que ya pasó y quédense con lo que está por venir. Sin duda será otra historia, sin dejar nunca de ser lo mismo: "everyday is a journey and the journey itself is home" decía el otro no sin razón y Un(t)raveling se quedó con este pedazo de sabiduríaBienvenidos pues a Hortraveling s.02: semillero de sueños y punto de fuga!


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Cerramos la temporada anterior con coles pudriéndose, con aromáticas pletóricas, con espinacas invasoras, con rúculas arborescentes y con ensaladas cotidianas a lo incredible edible: rebosantes de hojas, flores y frutos. Por culpa de las abundantes lluvias, nuestra carretilla retro-funky-vintage se pasó la mayoría del invierno en el sótano, mientras los verdes amigos catalanes pululaban y empezaban a dar ganas de preparar la salvitxada - o salsa romesco ya que, si bien hay un relativo consenso acerca de su receta*, no parece haberse normalizado nunca el nombre, por falta de un reconocimiento mutuo entre los de Reus y los de Valls... Al fin y al cabo, pensarán, una ñora es una nyora. Pues no, ¡no es tan sencillo! Como tampoco lo fue plantar y cultivar calçots en el lado norte del Pirineo.

entre las frondosas rúculas, un cilantro en flor juega a Ícaro, buscando su rayo de sol.
Más frío, menos horas de sol, más humedad, seguramente unas lombrices de costumbres muy distintas (¿más o menos elásticas, las costumbres? no lo sabríamos decir) y hasta puede que unos hortolanos no tan disponibles para calzar los verdes y tiernos tallos en estos meses de dulce locura, por llamarla de alguna manera. En fin: tras un arranque tardío pero prometedor y que superó rápidamente nuestras capacidades logísticas para cubrirlos con tierra a un ritmo suficiente, nuestros calçots empezaron a crecer menos, hasta permanecer parados durante semanas; trincheras en huelga, tregua invernal, hibernación... No parecía tampoco que nada estaba ocurriendo bajo tierra y los pocos individuos que fueron sacrificados para muestreo se parecían bastante a cualquier cebolla tierna de (super)mercado, pero con un no-sé-qué del Alt Camp. Su sacrificio no fue en vano, no obstante, ya que acabaron en vinagreta para nuestra mayor satisfacción: dulces, frescos y jugosos quedaron. Digeridos en paz fueron.

Abandonamos progresivamente - como la lechera del cuento - nuestros grandes planes y lindos sueños de calçotada multitudinaria: Adieu, centenares de invitados felices! Adieu, bandejas y bandejas y bandejas de calçots humeantes! Adieu, barricas de vino del Priorat chorreando en el jardín! Adieu, los Gipsy Kings versionando el Cant dels ocells a duo con Concha Buika bajo la sombra de un cilantro en flor... ¡Pena nos dio! Pero decidimos finalmente esperar un poco más, darle tiempo al tiempo; y a base de olvidarnos de ellos, dedicarnos a otros asuntos: cuidar de los cilantros, sacar de uno en uno los últimos puerros para sopitas o tartas rollo quiche, resucitar el estragón y las mentas to' marchitaos por el invierno, etc, etc. También se nos ocurrió montar un bancal para las aromáticas al pie de la ventana de la cocina, en pleno sur, con el calor que se acumula en el pie de la pared de la finca. Allí replantamos tomillo, orégano y menta, una lavanda que nos dejaron y hasta un bebe boj que "encontramos" por algún parque natural (¡que noooo! ¡que es broma!). Todos estos se fueron desarrollando felices, aunque de vez en cuando hubo que estar pendientes y darles agua porque este rincón se calentó y secó muy rápido.
entre puerro y cilantro, la mano de su ama ; plato del día riquísimo (aunque solo la espinaca era del huerto) ;
bancal hippy-arty de aromáticas con piedritas, maderitas y antigua cajita de botellas reciclada.
 - Estamos, de hecho, en búsqueda de un romero, a ver si alguién sabe de alguno que esté buscando bancal, o si nos cae del cielo, o si alguien de Catalunya nos visita y se para al borde de la carretera antes de cruzar el Pirineo para traernos uno... Al no comernos lo suficientemente rápido las coles que nos había regalado la vecina, subieron hacia el cielo y empezaron a florecer. Las hojas se pusieron más duras y amargas y si no nos los comíamos antes, pues imaginen después... Muy bonitas las flores, eso sí. Aprovechamos el buen tiempo para salir a comer fuera, sentados en la huerta, charlando de futuro, contando semanas hasta final de proyecto, haciendo planes y esas cosas que veníamos comentando en el título: sembramos sueños, a ver si cosechábamos carretera(s) y manta(s). Quedándonos allá callados, también, de vez en cuando. Es una cosa de las más lindas que hay, eso de sentarte y mirar las plantas crecer.

de a poco entre las coles, fueron brotando sueños olvidados de carretera y manta.
No sé si lo recuerdo bien, pero había este dicho un poco cliché, de los falang para los falang, que corría por Asia del sur-este en aquellos entonces-es - probablemente sacado de alguna edición de la Lonely Planet - y que iba algo así: "Si en Vietnam cultivan el arroz, en Tailandia lo miran mientras va creciendo; pero en Laos lo escuchan". Hay acá, más allá de las caricaturas baratas que pretende vehicular sobre estas respectivas culturas, una realidad hermosa: hace falta una buena dosis de sabiduría para quedarse quieto, para mirar y escuchar la bella magia del mundo que nos rodea ; un mundo que empieza justo en la puerta de casa, en estos hierbajos que pisamos a diario entre el buzón de correo y el sitio donde aparcamos el coche. Parece que algunos no entenderán nunca lo que hace falta: cuánta inversión de tiempo y cuánta dedicación paciente para poder disfrutar de lo que es gratuito, de lo que no trae más frutos que el placer de sentarse en silencio y de sentirse en paz... Diciendo eso, nos es difícil no recordar el comentario medio violento y medio triste de esta amiga nuestra que encontraba estúpido todo el "tiempo invertido/perdido" con el blog, "si total no os trae ni os traerá un duro!". Como si la felicidad, la satisfacción o el ocio se tuvieran que medir en términos de rendimiento económico. Cuando son más bien (en nuestra humilde opinión) algo como un hospital o una escuela: cuando empiezas a valorar su rentabilidad o su balance financiero, es que ya te has olvidado de su propósito... En fin, muchas gracias una vez más al J. Kerouac por su mantra de los amigos (y de todos los demás seres humanos) que logra sacarnos de apuros regularmente: ella también, "equally empty, equaly lovable, equally a coming Buddha".
Presentándoles finalmente al misterioso inquilino catalán del huerto: Allium cepa.

Y así pasan los días, cantaba Nat King Cole en esta peli que en el 2000, nos puso a todos en el humor para el amor (parece que hace siglos ¿verdad? era antes de Google, antes de Facebook, antes de Youtube, antes de Whatsapp... ¿cómo vivíamos entonces?). Total, así pasaban los días y será que mirábamos hacia otro lado, que escuchábamos crecer a otras plantas u otros planes, porque de repente, nuestros calçots se habían hecho mayores: votre fille a vingt ans, que le temps passe vite, Madame, hier encore elle était si petite. Et ses premiers tourments sont vos premières rides, Madame, et vos premiers soucis. De soucis, los únicos que hubo en el jardín florecieron hará un par de semanas ya, aquellos que marcan la frontera entre nuestra parcela y la de la señora María. Calendula officinalis, para los aficionados a la nomenclatura binominal del Linne, se puede comer en ensalada y da un pigmento no tóxico, de color crema intensa, que se solía utilizar - nos enseña Wikipedia - en la industria agro-alimentaria para oscurecer la mantequilla y hacerla parecer "más natural". Vaya...

Hace poco -que casualidad- escuchábamos que al salmón (Salmo sp.) se le echa un extracto de gambita rosa concentrado en el pienso para que recupere el color famoso y emblemático que nunca debería haber dejado de tener. Si ha dejado de tenerlo, es porque la gambita rosa que come en la vida real es más cara que el pienso que se le da y sin ella, pues su carne es grisácea y nadie la quiere comer. Y menos aún comprar, lo que es peor para quien lo produce. Mientras tanto, el desgraciado flamenco Phoenicopterus ruber ya poco le queda de ruber, precisamente porque la gambita rosa de la que se deleitaba él también - filtrándola de las aguas turbias con su singular pico - está en peligro de extinción por la contaminación de dichas aguas turbias. Salmones grises, roseados ; manteca blanca, oscurecida ; carne fake, de remolacha y soja: si somos lo que comemos, sin duda somos cada vez más gato que liebre!

libretas de viaje para viajar: papel y cartón reciclados, cola de pared, encuadernación copta, diseño exclusivo.
Bueno, la cuestión es que los calçots acabaron siendo bonitos y maduros, y al final nos los tuvimos que comer, pero se nos acaba el capítulo de hoy y no queremos pasar con prisa las fotos, recetas y demás secretos de la primera y - hasta la fecha - única calçotada ariégeoise! Para despedirnos, pues, tan solo compartiremos otra ilusión que brotó por allí entre las coles, gracias al dominio de Wallis en el arte de la encuadernación: un par de Moleskine caseras, vírgenes y - evidentemente - todavía por estrenar. Como una invitación más a empacar, coger mochilas y desaparecer por un tiempo de las pantallas radar. Que se cuiden mucho, pronto volveremos con lo prometido y mucho más...

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* para reconciliarlos a todos: la única y definitiva receta de salsa calçots de la Martutxis, sin lugar a dudas la mejor del mundo y aunque no se pueda averiguar qué más da porque con esta ¡van a pli-far! En exclusividad, en el próximo capítulo de Hortraveling! Para que se queden mientras tanto con una imagen encantadora y singular del singular encanto del Alt Camp (si la receta viene de Reus y los calçots de Lleida, algo hay que darles a los de Valls), les recordamos acá que en el número 24 de la calle R del municipio de Cabra del Camp (43811), les espera una obra arquitectónica sin equivalente, edificada en el año 1970 y visitada desde entonces por más peña de la que piensan (sin que tengamos datos válidos para avalarlo)...