Sunday, December 31, 2017

home(t)raveling: MES 6 - ¡medio año ya!

una tregua navideña (fica bem...)

Recién vueltos de dos semanitas en nuestro querido país vasco y de un par de días por el centro de Francia*, aterrizamos en casa cansados, exhaustos, petados, fatigados y agotados. A ver, eso del cansancio ¿no se acaba nunca o qué? Antes de caer enfermos, nos reunimos para decidir - como aquellos que salieron de sus respectivas trincheras para cantar cánticos por estas mismas fechas el siglo pasado - celebrar una (merecida) tregua navideña.

el cuarto de baño libre de amianto ¡y con 2 puentes térmicos!
Descansar, pasarnos la máxima posible cantidad de horas diarias en la cama y, en buenos mamíferos que no dejamos de ser, salir de ella solamente cuando el hambre o aquellas otras necesidades biológicas más fundamentales (aunque menos decibles) nos lo exigiesen. Esa tregua también incluía estrenar (y disfrutar de) un nuevo calentador de agua eléctrico, instalado justo el día de nuestra salida para allí la provincia 64: promesa de duchas al gran estilo hammam, de espesas nubes de vapor y de pieles enrojecidas. Ese era el plan. Y la estufa de leña encendida las 24 horas del día, y comidas ricas, y una dieta hipercalórica para recomponernos un poco. Parecía un sueño a la vez que una necesidad vital para Wallis, mientras que a Futuna, le seguía torturando el cristiano interior en forma de una incoercible culpabilidad por no estar trabajando en la obra. Con mucha diplomacia y algo de chantaje, él consiguió negociar con Wallis hasta acordar una corta lista de tareas sencillas, centradas todas en proyectos pequeños y limitadas a la planta baja. Ahí van:

- si bien no era nada de otro mundo, la primera resultaba ser MUY útil para poder luego avanzar el futuro cuarto de baño de la primera planta. Se trataba de quitar el resto de tubería de fibrocemento que quedaba de la antigua taza del water: un codo a 90º empotrado entre el falso techo y la pared, horrible, viejo y medio desconchado. Tras vaciar el cuarto de baño de la planta baja de nuestras cosas y reventarlo (el codo de tubería, no el cuarto de baño!) con martillo y mascarillas, pudimos extraer fácilmente los trozos y evacuarlos todos, no sin haberlos envuelto en triple capa de bolsas de plástico celladas con cinta americana... Con este paquete - y el correspondiente viaje al centro provincial de almacenamiento del amianto - nos quitamos de encima ya todo el peligroso material de casa, podiendo así empezar una nueva vida sin escalofríos ni pesadillas. La contrapartida se nos reveló a la noche del mismo día: dos agujeros enormes, por donde se escapaban irremediablemente todo el vapor y el poco calor que se lograba generar en el cuartito. ¡Adios hammam de nuestros más dulces sueños! El agua sí salía muy caliente y duchar se volvió una actividad algo más soportable, pero por lo que era de la temperatura del aire, aun nos faltaba para las 5* Gran Lujo.

un clásico del DIY un(t)raveling: los muebles de palets! aquí estanterías eficaces y robustas, con poco tiempo y un toque envejecido rústico.
- desde los primeros momentos del verano y la entrada en la casa, siempre mirábamos al pequeño armario de debajo de la escalera imaginando una despensa cuca, práctica y cómoda... No obstante, no llegaba nunca a ser un puesto digno de nuestros cuidados y atención, al haber siempre cosas más grandes, más importantes, más urgentes, más prioritarias o - simplemente - más más. También se fue llenando a lo largo de estos 6 meses** con mucha porquería por ordenar, cosas varias sin utilidad, objetos sin lugar definido, cajas de cartón por despachar, sobras de electricidad, electrodomésticos para tirar o reciclar, etc. Vaciarlo y limpiarlo integralmente nos ocupó todo el primer día de la tregua, sin prisa y aprovechando para tomar decisiones, tirar, reciclar o ressourcerie-ar. Luego vino el etapa de limpiar, lijar y tratar las bigas y el "interior" de la escalera, no sin haber rascado el rebozado, el suelo y las piedras del fondo del armario (las mismas que sobresalen en la callejuela de atrás - auténticas piedras de morrena glaciar, sobre las que está construido todo el pueblo). Tras aplicarle en dos pases una buena capa de rebozado tradicional "parisino" (hieso aligerado con cal), solo nos quedó fabricar e instalar unas estanterías de palets de estas que nos encantan y pasarles dos capas de aceite de linaza para dejarlas bien protegidas. El cuarto día, guardamos allí todo "lo de la cocina" que ocupaba lugar en el pasillo y pudimos volver a la cama a descansar.

jardín invernal con cada vez menos hiedra, un saúco y un avellano a medio podar y con Joan Manuel, el joven ciprés en su rincón románico.
- aprovechando uno de los escasos días soleados de estas vacaciones navideñas, le fuimos a dedicar unas horas al jardín ; aunque claramente no las suficientes si pretendemos arrancar con un huerto esta primavera. Pero bueno, siendo pragmáticos y aceptando lo que hay: estaba bienvenido cualquier esfuerzo invertido en limpiar los muros y el pie de los árboles, podar los frutales y avellanos, acondicionar el rincón #románico_mediterráneo de Joan Manuel (el pequeño, querido y muy bonito ciprés que plantamos en noviembre) o seguir erradicando la hiedra que invadió el jardín a lo largo de los últimos veinte años. También nos pusimos, aunque en otro día, más gris y frío, a ordenar un poco el hangar. Verán: en cualquier obra medianamente grande, si no se lucha activamente contra él, el caos termina absorbiéndolo y llevándoselo todo. Donde conviven materiales, herramientas, fungibles, animales, plantas, elementos y actividad humana generadora de suciedad y desechos, la entropía tiene las de ganar... ¡y lo sabe! Bien sea reagrupar herramientas, ordenarlas, hacer viajes y viajes y más viajes de "coger una cosa, llevarla a su sitio y volver a por otra", decidir "el sitio" de muchas cosas que aún no lo tienen, o hacer pilas de "cosas para subir arriba", "cosas para bajar abajo", "cosas para la déchetterie" y "cosas para el almacén de materiales que se pueden reciclar o pueden servir para luego", poner orden es una de las tareas más satisfactorias que hay en el mundo. Digo yo.

pequeña victoria sobre la entropía: hangar ordenado y limpio desde el almacén de maderas hasta el salón-comedor de verano.
- finalmente en estos días de vacaciones y fiestas, también nos visitaron amigos queridos. Teníamos muchas ganas de vernos, de que nos visitaran y de que conocieran la casa. Así que les avisamos, a los unos y a los otros, de la "relativa" precariedad de nuestra instalación, de nuestra ubicación a las afueras de la comfort zone y de la cruel ausencia de una cocina y un cuarto de baño decentes. También les avisamos de que faltaban espacios de los que se conocían habitualmente como "habitaciones"... Una vez puestas sobre la mesa estas cuestiones y ante su reafirmado entusiasmo, decidimos que sí, adelante, fueran a pasar un par o tres de días aquí con nosotros. Primero, fueron A. y M., de gira de navidad desde su lejana Rennes: compartimos días de frío, de mal tiempo, de no-poder-ir-a-escalar, de jugar a juegos al lado de la estufa (entre cuales el trepidante y estresante Pandemia, que nos encantó) y de comer bien. Un día después de marcharse ellos, llegaron C. y L. (nuestros queridos "vecinos" del Lauragais) con sus 2 adorables L. y J.,  a los que se sumaron los parisinos extraviados J.-B. y A. Todas juntas, despedimos el año informalmente, pero con buen humor, calor humano y unas tandas de Boggle acompañadas de infusión de tila muy pero que muy intensas: - ¿Un plan de noche vieja al estilo geriátrico? - ¡Pues sí, por favor!

la cocina, versión navideña: con el precioso dodecaedro estrellado recibido (con mermeladas y una calabaza) a cambio del viejo calentador.

Dicho eso y siendo "fríamente" realistas (nunca mejor dicho, ¿verdad?), tuvimos que reconocer que - sin sorpresas - el entusiasmo y las ganas de reencontrarse no lo podían todo ; de que existían unos mínimos de comodidad indispensables para la convivencia de cuatro adultos, ni hablar de la de seis adultos y dos niños ; y de que lo que en verano se puede gestionar fácilmente desde el hangar y bajo el sol, en invierno se vuelve algo más delicado. Aun así, les agradecemos muchísimos a A., M., C., L., J.-B. y A. su flexibilidad, su resiliencia y su buen rollismo ante una situación que anunciamos de antemano pero que igualmente era... demanding.

Lección aprendida, nos esperaremos pues a que vuelva el buen tiempo y/o a que la obra de la primera fase esté del todo terminada (o casi) para recibir más visitas.

¡Para el bien de todos! ;)


Con esto y con un gran abrazo
para entrar bien en el año
nos despedimos.

Volveremos en 2018
con más aventuras
¡Les queremos!
F. & W.


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Esto de las escapadas por el 63 (#ClermontFerrandrepresent), habrá que contároslo un día también. - ¿Contar Oslo? pero ¿Que tiene que ver Oslo con Clermont-Ferrand? se pregunta el otro que no se entera mucho. Y con la paciencia que nos caracteriza, le contestamos: - El frío polar, tienen en común. - ¿un Oslo polar, en serio? ¡Nunca hubiera imaginado que se puedan avistar osos polares en el Puy-de-Dôme! etc. etc. etc. La conversación puede seguir así por horas. No es mala persona pero a veces, no se entera. Y dice el Budista que no hay nada al fin de la pacienca: al fin de la paciencia, hay paciencia...


** Acerca de estos 6 primeros meses: pues sí, aunque nos parezca mentira o simplemente difícil de creer, ya llevamos unos 183 días, es decir la mitad de un año, desde que nos entregaron las llaves de esta gran y bella ruina de nuestros sueños. Medio año home(t)raveleando, y nos asombra ver fotos y recordar como estaba aquel 29 de junio. Sabemos que tardaremos muchos años más, pero también aprendimos que incluso para llegar al fin del mundo, hay que dar un primer paso y salir de casa… Así que, ¡seguimos caminando!


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