Kagoshimeando con... ¿Rola?
la humilde, barata, cutrilla (y muy entrañable) pensión Little Asia de Kagoshima. |
En el anterior capítulo, aterrizamos podríamos decir que atrenamos bueno, en fin, digamos que llegamos de noche a Kagoshima tras un viaje largo largo cruzando la isla de Kyushu de punta a punta ("hasta el fin del sur", por algo le pusimos semejante título a esta última serie de nuestras andanzas japonesas), para caer muertos en los dormitorios colectivos y no mixtos de una pensión cutrilla y barata llamada Little Asia. No supimos nunca si había alguna intención despectiva en el nombre de dicha pensión, o si apuntaba a una clientela internacional mochilera o simplemente china (se ve que si Japón se está volviendo un destino de vacaciones muy popular entre la muy nueva clase media china y sus 100 y pico millones de turistas potenciales, Kyushu siempre lo ha sido…), pero es verdad que era toda una burbujita de Southeast Asia aquí en el sur del país. Aparentemente, Kyushu es algo distinto del resto de Japón, o no es exactamente Japón ya: hasta aquí llegamos para averiguarlo. Para los desconfiados, aquí la pensión!
A la mañana siguiente, fuimos a pasear por Kagoshima y sus alrededores: el centro ciudad con vistas al volcán, el puerto con vistas al volcán, el templo con vistas al volcán y hasta la oficina de turismo con vistas al volcán. Allí ojeamos mapas y brochures turísticos para buscar un poco de inspiración y definir el menú de los siguientes días. Fue cuando - asombrados - le vimos por primera vez; salida de un catálogo de La Redoute y maquillada como un coche robado, aquí estaba, posando ante nuestros ojos incrédulos:
Seguramente, el primer encuentro ya había tenido lugar el día anterior, en el tren o por algún andén de alguna estación. De inmediato sospechamos que nos estaba pasando con Rola lo que suele pasar con cualquier cosa en la que uno se fija de repente, tras un tiempo de no haberse fijado: a partir de este momento, no para de ver esta cosa por todas partes. Ahora, nos parecía que Rola estaba en todos los sitios a la vez: en los centros comerciales, en la calle, en los buses y sus paradas, en los parques, por las avenidas, en los bares, restaurantes y hasta en todos los convinis... ¿Quién era Rola? ¿Qué quería? ¿Qué hacía por Kagoshima, a parte de posar con vistas al volcán? ¿De dónde había sacado esas mudas tan ralas, sin hablar de este nombre tan ralo? Caminar por la ciudad era como tenerle de amiga en Facebook, o como estar sentados en un sofá en su casa, ojeando sus álbumes de fotos: Rola cenando en un lestaurante bio, Rola en un onsen chic, Rola por un mercado hiptser, Rola sacándose un selfie cool. No solo nos había marcado ya todo un lecorrido tulístico por la ciudad con un rastlo de instagrams a modo de migas de pan, sino que además nos imponía (a nosotros única y exclusivamente, estaba claro!) un rol de voyeurs que no nos terminaba de rolar. Perdón, de molar. Pero allá donde posábamos la mirada, la Rola Lisa nos seguía con la suya...
Rola descubriendo Kagoshima, en una de sus poses más naturales y espontáneas. |
¡Rola! ¿Rola? ¿Quién rayos eres? Y ¿qué nombre es ese? ¡Aaaah, claro!
¿No será que te haces llamar Lola, pero por el hecho de usar katakana, has acabado con Rola - como este pobre al que le tatuaron "Puerto Rirco" en la espalda?
Rola. En serio, tía...
tres imágenes excepcionales de Kagoshima en las que NO aparece Rola: el puerto y el volcán, el anochecer sobre un charco y un yate en la hora azul... |
- no tenemos los derechos para esta foto - we do not own the rights of this picture - |
Icónica puesta de sol en el Kaimon Dake desde el andén ; icónica tienda de campaña un(t)raveling en el "camp-ing de golf". |
la hermosa playa entre el Kaimon Dake y el Cabo-timo ; un auténtico guiri en pleno éxtasis guiríl ; un fotogénico faro en un charco efímero. |
También merecía un minuto de atención una estatua de "la tortuga y el pescador", protagonistas de una leyenda local universal y famosa en la que por amor, la tortuga se hacía humana o el pescador vivía en el fondo del mar y cada x tiempos, volvía él o ella a su forma original por la añoranza de su anterior vida. O tal vez uno de los dos se moría de tristeza o a cambio de oro, dejaba su vida y su cuerpo para otro distinto… En fin, no recuerdo bien bien la historia exacta, pero era una leyenda de estas que son todas iguales y siempre lo mismo. Además, sí recuerdo que lo importante era que el amor podía con todo y triunfaba al final, claro*. Y que si tocabas la estatua, vivías feliz para el resto de tu vida, garantizado y jurado por Snoopy (que es casi casi una divinidad en Japón). Entonces, pues claro que tocamos la estatua, al igual que las manadas de turistas que por allí transitaban. Con tanta bendición en mano, emprendimos el camino de vuelta. Y con el sol que bajaba otra vez detrás del Kaimon Dake ya, nos acercamos a la línea de tren que seguimos un rato a una distancia prudente, hasta toparnos con una estación anterior a la nuestra. Y fue allí donde nos la volvimos a encontrar inesperadamente:
cuando resulta que tu estación de tren desierta en el fin del mundo es muy cool... |
¿Rola? ¿Aquí? ¿Otra vez?
Pues sí: Rola, rolísima. Aquí, en el andén de la parada de en-medio-de-la-nada, posando con un helado de mango delante del Kaimon Dake y colgando la foto en Twitter para (aparentemente) la máxima felicidad de sus miles de seguidores. ¡Vaya rola rollo! Venir a perderse en este sitio donde Sylvain Durif perdió la charentaise y descubrir que se había vuelto una especie de hype kyushu-esca desde que la tía esa (¿quién rayos era, por cierto?) había paseado por allí su bolso de conjunto con su helado. Solo nos faltaba descubrir que también había jugado al golf donde Wallis plantó la tienda de campaña… Regresamos al camping y mientras preparábamos la cena, decidimos hacer lo necesario para no volvérnosla a cruzar: nos iríamos por el camino más largo y menos transitado. Cogeríamos un bus local a la mañana siguiente para volver a Kagoshima, pasando por el interior de la península de Ibusuki y el lago ese al que nunca fuimos a pie. Parando en cada parada y tardando el día entero, el bus nos dio una buena idea de lo que nos habíamos perdido en el lago ese: un copiar y pegar del Cabo-timo con su parque temático, sus autobuses de tour operators y sus tiendas de artesanías de mal gusto. Al llegar a Kagoshima, no miramos ningún cartel de camino a la pensión Little Asia. Tampoco abrimos ningún folleto turístico. Nos fuimos directo a una habitación doble, donde nos encerramos para repasar las fotos de estos últimos tres días, a ver si la tía se nos había colado en el background de alguna de ellas!
"fais comme l'oiseau, ça vit d'air pur et d'eau fraîche un oiseau, d'un peu de chasse et de pêche, un oiseau…" y nosotros, pues lo mismo: de mochila y tren de cercanías. |
activando la gran fábrica de sueño de la industria turística: ¡sonríen! ¡dientes, dientes! |
Ya está bien para hoy.
Besos y abrazos para todos,
W. y F.
Besos y abrazos para todos,
W. y F.
________________________________________
* Me canta Wallis en la oreja que el pescador salvó a la tortuga presa de unas redes y que ella a cambio le invitó a... No no no! Para. Resulta que él no paraba de preguntarle cosas a ella sobre su pasado. - ¿A la tortuga? No, espera. Era algo como lo de Orfeo: había una cosa que él no debía hacer y evidentemente, la hizo y se fue todo al carajo. Lo que sabemos es que al cabo de muchos años (eso sí: la tortuga es universalmente símbolo de eterna longevidad), el pescador volvió a su pueblo y la primera persona que se encontró le habló de una leyenda de un pescador que había desaparecido siglos atrás... Bueno, la típica leyenda que termina con puesta en abismo como la etiqueta de Vache qui rit.
No comments :
Post a Comment